Doctor Google, ¿dígame?

Las evidentes ventajas de Internet en la vida moderna son innegables. Sin embargo, todo poder conlleva una responsabilidad, como diría un superhéroe de Marvel Comics a uno de sus acólitos.

Actualmente, según un estudio del Observatorio Nacional de las Telecomunicaciones y de la Sociedad de la Información, uno de cada tres pacientes recurre a la red de redes para realizar consultas sobre temas médicos. El problema reside en que lo hacen, sobre todo, en foros y páginas privadas de dudosa credibilidad, frente a las páginas Web oficiales de las autoridades sanitarias.

Los conocimientos de los facultativos están pasando una suerte de reválida permanente frente a esta especie de ‘empoderamiento’ de los pacientes vía Internet. La profesionalidad de los médicos sufre así una crisis de credibilidad y, por consiguiente, la relación médico-paciente se dificulta, según comentan desde la Federación Nacional de Clínicas Privadas.

Es cierto que los pacientes saben cada vez más, pero en múltiples ocasiones se trataría de una información errónea o, cuando menos, sesgada. No es extraño, en este sentido, encontrar enfermos o familiares de los mismos que exigen recibir determinados medicamentos o pruebas médicas de alto coste y, en opinión del doctor, del todo punto innecesarias.

La autodiagnósis es una consecuencia de la falta material de control de la pléyade de páginas Web sanitarias que escapan al control del Ministerio de Sanidad.

Las alergias en primavera y la gripe en invierno aglutinan un alto porcentaje de las búsquedas en Internet sobre consejos y remedios para superarlas. Por no hablar de los diferentes tipos de cáncer.

Las sociedades médicas son conscientes del cambio de mentalidad de los pacientes y de que se trata de un proceso imparable. La clave estaría en contar con profesionales del mundo de la Comunicación sanitaria capaces de adecuar, bajo la supervisión de expertos, los contenidos de las webs de los organismos oficiales, sociedades científicas y asociaciones de pacientes, entre otras, a las legítimas necesidades de información de los pacientes y sus familiares.

Por Fernando Geijo, consultor sénior de Estudio de Comunicación España

@fergeijo

 

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