El ‘off the record’ no existe

Leo un artículo de Juana Bonet en La Vanguardia, A micrófono cerrado, que me ha recordado los tiempos más románticos de la profesión periodística. Su foto fija es la vida misma: cuando se refiere al momento en que un entrevistado hace confidencias, el famoso off the record, dice que “podría parecer una conversación íntima, aunque en verdad se trata de un formato periodístico. La ilusión se ha adueñado de quien ya no sólo responde, sino que amplía el relato haciéndose el importante”. ¡Ay, la vanidad de los “importantes”!

Cuando en Estudio de Comunicación intentamos explicar a nuestros clientes, normalmente en intensísimas sesiones de entrenamiento, con qué mimbres se hace el cesto de las relaciones entre empresas/organizaciones y portavoces con periodistas y Medios, partimos de un concepto base: el periodista no es el enemigo. Primero, porque sus intereses son comunes a los de las organizaciones: las audiencias de los primeros son los públicos objetivo de los segundos. Y segundo, porque son profesionales de los suyo igual que el portavoz lo es de su negociado.

A micrófono cerrado

Es en ese punto cuando les decimos a los directivos con los que trabajamos que el off the record no existe. Dicho de otra manera: no debe tenerse en cuenta como posibilidad. Porque la misión del periodista, muy escuetamente, es localizar información, tratarla y ofrecérsela a su audiencia. Si obtiene ésta ‘a micrófono cerrado’ (expresión que Juana Bonet recuerda como preferible para la RAE) el único compromiso debe ser no desvelar la fuente. Este debe ser el principio de ética periodística. Y esa es también la esencia del secreto profesional si la situación llega, por ejemplo, a los tribunales.

Además, por si no fuera suficiente, el periodista se suele encontrar con “elementos contaminantes” que buscan difundir rumores o medias verdades, no siempre bienintencionado, jugando al “esto te lo digo para que lo sepas tú solamente”, a sabiendas de que la ‘confidencia’ puede espolear el interés de su publicación. Por tanto, si tiene algún interés y no es un juego morboso o carroñería al uso, la reacción de periodista no puede ser otra que contarlo cuando hay una primicia en ello.

Se es periodista 24/365

La conclusión a la que hacemos llegar a los portavoces no puede ser más lógica: el periodista se debe a su profesión, como cada cual, 24 horas al día. No importa en qué situación se produzca el encuentro periodista-portavoz; lo que conviene es que aquello que no se desee hacer público, por parte de la empresa u organización, no hay que contarlo. No hay off the record que valga.

En suma: los profesionales del periodismo hacen muy bien contado aquello que ponen en su conocimiento, sin desvelar la fuente llegado el caso. Y quienes tiene relación con ellos, que recuerden las palabras de Beethoven: “No confíes tu secreto ni al más íntimo amigo; no podrías pedirle discreción si tú mismo no la has tenido”. Claro que, quien sea muy locuaz, puede quedarse con la frase de Manuel Azaña: “En España la mejor manera de guardar un secreto es escribir un libro”.

Por Jesús Ortiz, director del Área de Formación de Estudio de Comunicación.

@JesOrtizAl

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