Manuales de estilo periodístico y redes sociales

Las redes sociales tienen múltiples aspectos positivos de interés para los profesionales de la información. Por un lado, son una especie de ágora global donde se expone el fruto de su trabajo a la inexorable opinión de los ciudadanos. A su vez, también sirven como fuente de inspiración para encontrar historias atractivas que transmitir a sus lectores o bien como mera fuente de información donde bucear en busca del ansiado y esquivo grial de la objetividad. Sin embargo, no podemos olvidar que también son un espacio de proyección del trabajo de los periodistas que se exhibe, cual fruta madura, al escrutinio público.

Y es precisamente en esa interrelación donde pueden llegar a chirriar los delicados engranajes que hagan saltar por los aires la frágil relación medio-receptor. Sin duda, la participación activa de los informadores en las redes sociales, a través de blogs personales, foros o bien contestando directamente a los propios internautas que comentan su información en las versiones escritas o digitales de sus respectivos Medios, siempre han desatado cierta polémica deontológica.

La realidad, aparte de ejemplos concretos llevados a cabo por los más prestigiosos medios internacionales, es que no hay nada que anticipe y resuelva de manera efectiva las fricciones sobre una determinada información que puede producir el diálogo entre el periodista y lector, máxime cuando el primero es el autor de la misma.

Al ego herido del redactor de turno en defensa de su particular enfoque de la noticia se puede siempre contraponer la experiencia del lector, sobre todo en temas delicados que tienen que ver con la moral y la ética y, por tanto, son siempre sensibles y admiten múltiples interpretaciones. Son las dos caras inseparables de la misma moneda.

La vehemencia y el acaloramiento nunca son buenos compañeros de viaje cuando se trata de evitar caer en provocaciones. De hecho, los manuales de estilo de los más prestigiosos medios de comunicación internacionales, caso de la BBC, las agencias Reuters o AP, la CNN, The Times, The New York Times, The Washington Post o, por ceñirnos a ejemplos más cercanos, el propio diario El País, aconsejan siempre la prudencia como el ingrediente imprescindible para cocinar una adecuada relación del periodista de turno con los lectores a través de las redes sociales que no perjudique, a la postre, la credibilidad del medio en cuestión.

Curiosamente, la conclusión es que para preservar el sagrado derecho a la libertad de expresión, la receta que preconizan los grandes medios en sus manuales de estilo es, precisamente, la abstinencia a modo de limitación de la participación de los redactores en las redes sociales. Un buen oxímoron, como dirían los clásicos de la antigua Grecia, que aunque parece incongruente está lleno de sentido común.

 

Por Fernando Geijo, consultor sénior de Estudio de Comunicación España

@fergeijo

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