Fracaso de la Comunicación en tiempos de pandemia

Muchas y muy diferentes pueden ser las razones por las que a finales de agosto nos encontremos en lo que ya se denomina la segunda ola de la pandemia en España. Según se señala desde el proyecto Our World in Data de la Universidad de Oxford, el número de casos en agosto alcanza a los que se producían en el mes de abril.

Las tertulias radiofónicas y televisivas arrojan todo tipo de teorías sobre el porqué de la vuelta a esta situación. En uno de estos programas uno de esos tertulianos/expertos señalaba que una de las causas del repunte ha sido  que los españoles somos muy indisciplinados. Verdad o no, no parece razón suficiente.

En todo caso, deberíamos hacer otro análisis, más allá de razones políticas, geopolíticas, sanitarias, o de las opiniones más o menos rigurosas vertidas por supuestos expertos. El análisis en muy sencillo. Cuando en una empresa los empleados no trabajan en la línea que la compañía desea, es muy posible que en el proceso de la comunicación algo falle. Es poco probable que un buen consultor de comunicación le dijera a esta empresa que el problema que tiene es que sus empleados son unos indisciplinados. Lo más razonable sería analizar los mensajes, los canales y  las herramientas de comunicación para poder hacer un diagnóstico fidedigno y, a partir de ahí, trabajar para solventar la quiebra en el proceso de comunicación. Es decir, analizar para posteriormente planificar y actuar.

La estrategia de comunicación desarrollada por parte de las administraciones, sí, en plural, en relación a cómo los ciudadanos teníamos que afrontar la pandemia ha fallado en varios aspectos. No se ha tenido en cuenta que la comunicación, y por tanto los mensajes, los canales y las herramientas tenían que ser diferentes para los distintos públicos. Estoy hablando mensajes, que no han tenido en cuenta que dar visibilidad a la realidad no significaba «bajar la moral de tropa», sino darle la “carga” necesaria para que esta pandemia no pareciera un mal que solo afectaba a la tercera edad y/o personas con patologías previas. Mensajes que no han llegado a los jóvenes que se sentían inmunes y parece que poco les preocupaba que sus mayores enfermaran por su irresponsabilidad. Tampoco a los menos jóvenes que salieron en hordas a la calle porque habían estado mucho tiempo confinados y tenían derecho a irse de vacaciones y disfrutar con la familia y amigos. O a las empresas que ante la necesidad de retomar la actividad pusieron demasiado pronto a sus empleados en primera línea de la pandemia.

Algunas de las razones que cada uno estos públicos nos pudieran dar son válidas. Pero lo que no es válido es que desde ningún ámbito se haya podido hacer llegar y entender, que si te mueres no vas a tener que preocuparte por salir con los amigos, o por divertirte en la playa ni por la cuenta de resultados de tu empresa.

Estamos a tiempo de cambiar esto, necesitamos menos discursos y más mensajes claros, directos y dirigidos a cada público. ¿Difícil? sí; ¿necesario?, también. En caso contrario, el castillo de naipes se vendrá a bajo una vez tras otra, y con él nuestra economía, nuestras empresas, nuestros puestos de trabajo, nuestra solvencia como país y nos veremos abocados a un escenario lamentable.

Por Juana Pulido, Asociada en Estudio de Comunicación España.

@juanapulido

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