La cara oscura de Instagram

El fin de semana pasado estuve cenando con unas amigas. Gran parte del tiempo lo pasamos haciéndonos fotos y vídeos de esos que incluyen filtros, como el que te pone orejas de conejo o el que te pinta los labios. Algunas de mis amigas los subieron a sus cuentas de Instagram. Desde ese momento, no dejaron de estar pendientes de ver cuántos “likes” y nuevos seguidores obtenían. Y sumaron unos cuantos.

Hablando del tema de las redes sociales, sobre todo de la fiebre de Instagram, una de mis amigas, que es actriz, me contó un dato que me escandalizó. Parece ser que ahora, cuando los actores se presentan a un casting, además de presentar su curriculum y su vídeo book, deben mostrar su cuenta de Instagram para que sus “evaluadores” comprueben cuántos seguidores tienen. “Si no superas los veinte mil seguidores, es poco probable que te elijan”, me explicó mi amiga, que de momento lleva poco menos de mil, pero suma más de veinte años en su profesión.

En ese momento, no pude evitar acordarme de un episodio de la popular serie de Netflix, Black Mirror. La historia lleva por título “Caída en picado” y trata de una sociedad en la que todo el mundo, en todo momento, se califica mutuamente con estrellas a través de las redes sociales.  Todos se ven obligados a alcanzar una determinada puntuación de reputación para no convertirse en marginados sociales y dejar de tener acceso a la mayoría de los servicios cotidianos, algunos tan básicos como poder alquilar un coche. La protagonista, como la mayoría de la gente, vive obsesionada con obtener cada vez mejor puntuación. Deja de ser ella misma para adoptar continuamente una imagen que guste a los demás. Es obligatorio para acceder a llevar una vida normal.

Es aterrador pero, como todos los episodios de esta famosa serie, lo vi de manera despreocupada. Al fin y al cabo, no es más que ciencia ficción… ¿Seguro?

Al hablar con mi amiga, que como el resto de actores anda mendigando “followers” allá donde va para tener posibilidades de trabajar, pensé que quizá ese futuro imaginario estaba comenzando a materializarse.

Es más. Me contó los casos de aquellos compañeros que tenían éxito en Instagram. Para ello se esclavizan a dedicar al menos una hora al día a preparar su publicación. Uno de ellos le explicó la clave de su éxito: “cuánta más carnaza enseñes, mejor”. El chico había probado varias fórmulas y, como todos, había analizado la cantidad de “likes” y nuevos seguidores que conseguía con cada tipo de publicación. Cuando se mostraba en su faceta más intelectual, pasaba desapercibido. Pero cuando subía fotos suyas en traje de baño, su popularidad subía como la espuma.

Así que ahora los actores deben exhibir su cuerpo para mantener o aumentar su número de seguidores y así tener opciones de que los elijan cuando se presentan a un casting. ¿Nos estamos volviendo locos?

Me pregunto hasta qué punto vamos a permitir convertirnos en esclavos de las redes sociales. No se puede negar que han supuesto una revolución social. Ahora tenemos más posibilidades que nunca de ser escuchados por cualquier persona y en cualquier lugar del mundo. Las redes sociales nos dan una voz que antes no teníamos. Pero esa maravilla tiene su parte oscura, unos peligros que pueden crecer si no somos conscientes de ellos. Esperemos que el uso de esta tecnología no se nos vaya de las manos.

Por Estefanía Campos, directora en Estudio de Comunicación

@ecampos

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