Las relaciones institucionales (PR Noticias)

090916CLI-ESTUDIO-Pilar-Llado-en-PRNuestras empresas requieren mensajes, argumentos y soportes diferenciados, porque los públicos a los que se dirigen son variados: accionistas, clientes, empleados, proveedores, prescriptores. Vivimos en una sociedad en la que la empresa se desenvuelve en medio de un tejido de influencias complejas y difíciles de gestionar.

El hecho de que la nuestra sea una sociedad «abierta», en la que la sociedad civil tiene capacidad para ser interlocutor del Estado, hace que ese tejido se complique considerablemente. Las administraciones públicas se convierten así en uno de los públicos de interés prioritario para la empresa y, en muchos casos, en interlocutores con una decisiva capacidad de influencia en la cuenta de resultados.

El Estado de Derecho ofrece la posibilidad de que las empresas accedan a las instituciones públicas para defender sus intereses. En el caso de las empresas españolas, el panorama comienza por Europa y sus instituciones, continúa con el Gobierno central, con las instituciones autonómicas, con los ayuntamientos… y termina en los organismos reguladores y de control, como la CNMV, la CNMT o el Banco de España.

En Bruselas, las instituciones reciben este acercamiento de las empresas no sólo como una acción en defensa de sus intereses sino que legisladores y funcionarios están deseosos de conocer sus opiniones y necesidades para legislar con mayor legitimidad y acierto. En los despachos de la UE, el especialista que se acerca desde una empresa a dar su punto de vista es considerado como un proveedor de información valiosa. Sus opiniones interesan y cuentan.

El lobbista, término más aceptado fuera de nuestras fronteras que aquí, es, en realidad, un responsable de generar y mantener aquellas relaciones institucionales que sean útiles para la empresa. Su papel dista mucho del que a menudo se le adjudica. Su actividad es seria y transparente, y su trabajo puede tener mucho impacto en la cuenta de resultados de la empresa. El conseguidor o el traficante de influencias tienen poco que ver con el auténtico lobbista, por muy frecuente y atractiva que sea la presencia novelada de estos en los Medios de Comunicación.

La actuación de las administraciones públicas suele ser lenta, y estar enmarcada en políticas generales o de gran alcance. La gestión de las Relaciones Institucionales implica el conocimiento profundo de estas políticas y del modo en que pueden afectar a nuestro sector, y una acción sistemática y continuada de seguimiento de cada cuestión. En España, desde que empieza el borrador de un anteproyecto de ley hasta que se publica en el BOE pueden pasar dos años, plazo que suele ser más corto en las autonomías y puede ser más largo en Bruselas. Hay, por tanto, tiempo para poder influir legítimamente para que esa ley o aquella medida no sean desfavorables a nuestros intereses, para intentar encontrar soluciones de acuerdo, para negociar y para llegar a situaciones de equilibrio entre los distintos elementos que en ese momento estén en juego.

Para alcanzar este contexto de confianza, es imprescindible generar unas relaciones fluídas, que deben cultivarse sistemáticamente. Debemos conocer el funcionamiento de las instituciones: sus protocolos, sus sensibilidades, sus equilibrios de poder, sus procesos y sus calendarios. Y, sobre todo, debemos conocer bien a las personas que las gestionan y las circunstancias que les rodean: sus agendas, sus necesidades, sus fobias, sus filias, sus ataduras y sus disponibilidades. Es con ellas con quienes vamos a trabajar y es su confianza la que debemos ganarnos.

E incluso cuando el responsable de RR II haya cumplido con su misión y el legislador pueda tener una determinada línea de acción en relación con los intereses de nuestra empresa, un cambio de gobierno, un nuevo tratado internacional, un giro en la coyuntura económica o una nueva alianza entre partidos son eventos que pueden plantearnos nuevos escenarios de regulación que nos afecten dramáticamente. El gestor de las Relaciones Institucionales de la empresa debe conocer cada cambio y adaptarse a él con agilidad.

Otro requisito de la labor del responsable de Relaciones Institucionales es un alineamiento total con la estrategia y la gestión de la empresa. Al igual que ocurre en comunicación o en relaciones públicas, hay veces que se olvida que quienes se ponen a trabajar en estos campos deben ser profundos conocedores de la estrategia de la compañía y que ello implica tener «hilo directo» con la alta dirección, conocer los detalles de sus cuentas de resultados y hacer equipo para actuar con la máxima sintonía con el resto de la empresa, llámense marketing, publicidad, comunicación, gestión de clientes o relaciones con inversores.

Los profesionales de las relaciones institucionales son, por tanto, por una parte, grandes conocedores del negocio y del sector y, por otra, conocedores del escenario institucional. Deben ser unos generadores de confianza, proveedores de información y alguien con quien por sus aportaciones valga la pena consultar.

Pilar LLadó

Directora

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