Libertad y seguridad en la Red

Que los estados espían a sus ciudadanos es un hecho tan viejo como la existencia de estas instituciones. En nombre de la seguridad invaden permanentemente las parcelas más sagradas de la libertad individual, con respaldo legal o sin él. Así, en una nación como Estados Unidos hasta Obama lo proclama, y con él demócratas y republicanos al unísono: “entre la libertad y la seguridad, primero la seguridad y después también la seguridad”.

El Gran Hermano orwelliano no descansa, porque el gobernante siente sobre su cabeza la amenaza del ciudadano, e Internet, en todas sus formas y manifestaciones, no iba a ser una excepción para este enigmático personaje que todo lo vigila y todo lo controla.

Cierto que no sólo el gobernante es el amenazado sino, también, los ciudadanos y las sociedades cuya convivencia conforman. El terrorismo, la delincuencia económica y financiera, los intentos de adoctrinar en el fanatismo y la destrucción, por poner algunos ejemplos, campan por las redes amparados en la libertad y universalidad de estas poderosas herramientas de comunicación. Y millones de ojos se demuestran inútiles y ciegos para prevenir atentados como el del 11 S contra las Torres Gemelas o el del 11 M en los trenes de cercanías de Madrid. Mas es precisamente por hechos tan terribles como éstos por los que los ciudadanos se sienten más dispuestos a renunciar a su libertad, y ése es uno de los principales objetivos de los terroristas.

El derecho al secreto de las comunicaciones postales, telefónicas y ahora telemáticas está en la mayor parte de las constituciones de los países democráticos. No como valor absoluto ni ilimitado, sino como bien jurídico que ha de ser compatible con otros de carácter individual o colectivo también fundamentales. Seamos conscientes de que lo que comuniquemos, personal o profesionalmente, por insignificante que nos parezca, puede estar bajo la mirada de este Big Brother a cuya protección nos encomendamos, con leyes o sin ellas, en los momentos más difíciles para nuestra sociedad. Hagámoslo con la mayor precaución y seguridad de la que seamos capaces, pero no renunciemos a nuestra libertad.

Por Ramón Almendros, director ESTUDIO DE COMUNICACIÓN. España.

@RamonAlmendros

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