Mi querida se… ñora

Es inevitable recordar el título de la película de Jaime de Armiñán, “Mi querida señorita”, cuando de ese grupo social hablamos y aunque la “soltera” de la cinta fuese un fantástico José Luis López Vázquez travestido sin saberlo. Viene a cuento la cosa de que en Francia, las feministas han dicho que no quieren ser demoiselles. O reniegan de que les llamen así, que viene a ser lo mismo.

A mí me parece bien. La palabra forma parte del lenguaje machista, que aún dista mucho de estar erradicado. Los hombres no tienen que ser “señoritos” -salvo en Andalucía y por aquello de ser rico heredero de un cortijo-, no tienen que hacer público si son solteros o casados. Ese desconocimiento de los demás les permite “ir de caza” sin levantar suspicacias. Cualquiera es “caballero” o “señor don” y punto. Esto siempre me ha sonado al mismo concepto por el cual una mujer descubierta con un amante es acusada de adulterio y repudiada, mientras que un hombre en iguales circunstancias sólo “ha echado una canita al aire”.

El comentario -también un poco el desahogo- viene a cuento por la gran intensidad comunicativa que tienen determinadas palabras, por su capacidad de transmitir ideas complejas en unas pocas sílabas. Señorita significa “esta mujer no tiene compromiso, es abordable; y si lo tiene, al menos no está oficialmente sellado -¿santificado?-, con lo que siempre hay oportunidad para el rondador”.

Es el sueño de cualquier comunicador: lograr esa palabra-imagen que “vale más que mil palabras” convencionales. En la práctica, son también los  slóganes y claimes tan necesarios en nuestro oficio, sobre todo si hablamos de comunicación comercial.

Pero con esto de las “señoritas” también podemos constatar otra cosa: si la imagen de la palabra tiene una vertiente negativa -o lo es al menos para una parte de los receptores- resulta imposible erradicar esa negatividad mientras la expresión siga en uso. Por eso, desde el punto de vista de la Comunicación, lo que pretenden en Francia es lo más adecuado: que se deje de utilizar la palabra demoiselle. Con el tiempo, afortunadamente, será una anécdota histórica o se quedará para explicar que en Avignon denominaban así a determinadas chicas cuando se contemple cierto cuadro de Picasso.

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