Piqué y Halloween. Una lección de comunicación

“Son los del Barça. No van a ser mi padre y mi madre”. Algo así le espetó la jefa de prensa del Getafe club de fútbol a un hombre que le preguntó quién era un grupo de personas que, gritando y disfrazados de monstruos por Halloween, interrumpió la rueda de prensa oficial que daba un jugador del Getafe tras la victoria del Barcelona en el Coliseo por 0-2. El esperpento prosiguió por diversas zonas del estadio en la que el grupo de ‘monstruos’, liderado por Gerard Piqué, sembraba el caos allá por donde pasaba. Comportamientos así no ayudan a mejorar la imagen y ganarse, no ya el cariño, sino el respeto de la afición cuando juega con la selección española. Porque, hoy día, un jugador es una marca. Y, como pasa en cualquier empresa, hay que cuidarla para que no se vincule a una percepción negativa y cause rechazo.

Piqué lo pone difícil. Recuerdo cómo Puyol, el gran central del Barça y la selección, regañó en pleno partido a un compañero por algo que consideraba excesivo por irrespetuoso. Actitud similar mostrada siempre por otro gran capitán blaugrana, Xavi Hernández. Piqué tiene suerte de que ninguno de ellos está actualmente al frente del equipo. Estoy seguro de que no hubieran permitido la broma de Halloween. El propio Andrés Iniesta, centrocampista del Barça y el jugador que nos dio nuestro único Mundial, llamó por teléfono a Pedro León, un jugador del Getafe, para pedirle disculpas por el comportamiento de sus compañeros.

El Getafe, club modesto de la primera división, con un presupuesto muy inferior al del Barcelona, ha visto en el suceso de Halloween de los jugadores del Barça como una clara falta de respeto. No es de extrañar. Quizá a Piqué y el resto de compañeros disfrazados les pareciera una broma divertida. Pero una cosa es lo que a uno le parezca y otra lo que se ve desde fuera.

Desde el punto de vista de la Comunicación, incluida la empresarial, la lección es clara: además de serlo hay que parecerlo. Si quieres que te respeten, tienes que dar una imagen de seriedad, de profesionalidad. Y, dependiendo de que personas y de que empresas hay «bromas» que no se pueden permitir.

Por Juan Francés, consultor sénior de Estudio de Comunicación. España

@JuanAFrances

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