Ir a por lana y salir onlinemente trasquilado

Hace unas semanas, una formación política con sede en Madrid lanzaba a través de sus redes sociales una petición de colaboración ciudadana para desenmascarar a cierto líder de otra formación política. Lo que parecía iba a ser una campaña de descrédito del “enemigo” perfectamente legítima dados los tiempos que vivimos de permanente campaña electoral, acabó estallándoles en las narices a sus promotores. El motivo no fue la falta del ansiado apoyo ciudadano que se solicitaba, sino que, a la callada por respuesta de las filas de los militantes –que tuvo el llamamiento efectuado a través la cuenta de twitter de la formación–, hubo que añadir que en lugar de mensajes de sostén lo que llegaron fueron sonadas críticas del estilo “¿es que no hay problemas más graves en el país que este, debería daros vergüenza?”. Y como ya sabemos que las malas noticias corren como la pólvora, dichos mensajes sirvieron de acicate para cargar las tintas contra la citada formación y los comentarios negativos ahogaron la débil voz de los pocos que se atrevieron a defender la campaña. De haber sido una película, podría haberse titulado “Fueron a por lana y salieron onlinemente trasquilados” o “Ceguera 2.0”.

¿Cómo interpretar este estrepitoso fracaso?, ¿qué falló? En mi modesto parecer, el no prever las consecuencias que el efecto llamada podría tener a través de un medio tan poco previsible y controlable como es Twitter.

No es la primera vez que escucho que las redes sociales las carga el diablo y que es innegable su faceta como arma de doble filo, pues no conocer su alcance y repercusión puede provocar serios y graves problemas a la imagen y reputación corporativa. Y lo mismo ocurre al adentrarse en ellas sin una estrategia clara sobre qué se pretende conseguir con ellas y para qué las usamos.

Una cosa no quita la otra y que haya que tenerles respeto no significa que haya que tenerles temor, puesto que, con conocimientos suficientes y una planificación adecuada, las redes sociales pueden suponer un apoyo fundamental para la imagen de la compañía dada su inmediatez, naturalidad y espontaneidad.

De la misma manera que nos exponemos a las críticas tan dañinas y feroces en las redes sociales, también es posible que nos alaben, defiendan o recomienden si lo hacemos bien. Y mientras que resulta prácticamente imposible que un medio de comunicación tradicional nos elogie en una pieza informativa más allá de la objetividad –pues para eso se inventaron los publirreportajes–, las redes sociales tienen el poder manifiesto de cambiar el rumbo de la historia en una compañía si en un momento crítico alguien con muchos seguidores, un llamado “influencer”, rompe una lanza por nosotros, o si la rompe alguien de nuestro círculo de confianza de amigos y familiares.

Por eso, la enseñanza de esta reflexión debería ser que, para no ir a por lana y volver trasquilado en el mundo online, hay que planificar y contar con una estrategia adecuada sin temor a los avances de la sociedad en red pero con respeto y visión de lo que se quiere y se pretende alcanzar.

Por  Ana Pereira, , Consultora Senior de Estudio de Comunicación

@anabepereira

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