Reventar una rueda de prensa


Negocio, 11/04/2012.-
Como periodistas, nos quejamos de que políticos y empresarios comparezcan en encuentros informativos y no admitan preguntas. Como consultores de Comunicación, se nos ponen los pelos de punta con sólo pensar que algún colega o, lo que es peor, algún alterador profesional travestido de periodista, nos reviente una rueda de prensa. ¿Dónde está el término medio? O, mejor aún: ¿lo hay?

Esta reflexión viene a cuento de algo que sucedió hace unas semanas. En plena rueda de prensa de una gran compañía cotizada para presentar los resultados de 2011, un jovenzuelo -que dijo estar acreditado por la televisión pública francesa- se agarró materialmente al micrófono en el turno de preguntas y, más que preguntar, acusó a la compañía de usar mano de obra infantil en la India y otras lindezas no demostradas. La reacción del ponente fue, en mi opinión, la correcta: respondió que en el código de responsabilidad corporativa de la Compañía no se permite tal atrocidad, que se audita hasta el segundo nivel en la línea de producción (el máximo que existe) y que si le hacía llegar esos datos o pruebas concretas, lo investigaría inmediatamente.

Bueno: al parecer los datos eran de 2009, algo de lo que ya se había hablado y dado por resuelto porque pertenecía al mundo de los rumores y la maledicencia. Pero la rueda de presa quedó un tanto deslucida por la agresividad del jovencito y el show de la también jovencísima reportera ENG que le acompañaba, que cámara en mano filmaba a su compañero intentando hacerse oír y usando otros trucos de información espectáculo.

La duda es: ¿cómo se puede defender una compañía seria y honesta de estas agresiones? ¿Dando ruedas de prensa sin preguntas?

Pues no. Porque, efectivamente, las ruedas de prensa sin preguntas son la antítesis de la labor informativa de los periodistas. Así que más nos vale a los asesores de comunicación prever ese tipo de situaciones en los argumentarios que preparamos con nuestros portavoces cada vez que hay un encuentro informativo. Y lamentamos que la preparación y el consiguiente entrenamiento ad hoc para la comparecencia, resten un poco de espontaneidad y frescura a las respuestas, pero es que no cabe dejar huecos en la protección de los portavoces, que es como decir la protección de las empresas y las marcas a las que representan.

Fíjense, quienes no la hayan deducido ya, que cuando me refiero a preparar respuestas, no hablo de mentir ni tergiversar. Preparar respuestas es saber qué contestar cuando quien pregunta intenta poner comillas a una frase que él ya tiene previsto difundir y que nosotros no diríamos porque no es cierto. También es, por supuesto, explicar las realidades de la compañía a la que representamos con la secuencia que más nos interesa. Nunca mentir, insisto.

¿Cómo tendríamos que evitar que los empresarios, como ya lo hacen los políticos, digan aquello de “yo cuento los resultados, pero sin preguntas para que no me machaque un reventador cualquiera”? Siendo conscientes de que los reventadores están ahí y de que es muy difícil cerrarles el paso, siempre que se acrediten como periodistas, porque entonces habría razones para que nos acusasen de conculcar el principio de libertad de información. Prepararnos, por tanto para sus posibles agresiones y para saber salir airosos.

Pero también como periodistas evitando dar pábulo a sus actuaciones. Los jovenzuelos a los que antes me he referido aprovecharon que unos pocos de los periodistas presentes en la presentación de resultados se interesaron por sus “datos” para dar ellos mismos una rueda de prensa (convenientemente grabada por la ENG). Opino que ignorarles hubiera sido lo oportuno. Además: si pedimos sinceridad a las empresas, si les pedimos que contesten a las preguntas, ¿por qué “compramos” cualquier maledicencia? Mismo rigor para todos, ¿no? Es verdad que las pocas crónicas que he leído sobre el incidente condenaban la actuación de los reventadores; pero no es menos cierto que hubiera sido preferible no acercarse a ellos ni permitirles protagonizar su show particular.

De regreso a las generalidades del asunto, ese término medio que decíamos al principio estaría, por tanto, en relajar la relación entre empresas y periodistas a base que las primeras sean absolutamente transparentes en sus comparecencias y los segundos beligerantes con quienes sólo pretenden la información espectáculo.

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