Rigor y respeto en la información

Hoy dedica el Confidencial una extensa noticia sobre la muerte de la exalcaldesa de Valencia, Rita Barberá. Comienza su información diciendo que “su corazón no aguantó la presión social y dejó de latir…Llevaba semanas abriendo periódicos y telediarios con motivo del proceso judicial que el Supremo había abierto contra ella por su implicación en la trama Taula”. La investigación se basaba en un supuesto blanqueo de dinero procedente de comisiones por medio de donativos en depósitos del PP. El título de la noticia del digital recoge un entrecomillado sobre la  pena de telediario: «Una persona con esposas ya externaliza una culpabilidad».

Y el caso es que yo comulgo con ello, y así lo exponía en un artículo publicado el pasado 17 de noviembre en PrNoticias –sin que pudiera atisbar que se fuera a producir tan triste noticia- en el que explicaba como algunos directivos de compañías españolas habían visto enturbiada su tranquilidad e incluso perdido la confianza de sus clientes al sentirse amenazados y atacados por acusaciones que creían injustas y que les había llevado a figurar como  imputados o como investigados en la fase de instrucción, después de que se aprobara el pasado año la reforma de la Ley de Enjuiciamiento Criminal.

Insistía en que aunque esta disposición contempló también el fin de las ‘penas de telediario’ para proteger la imagen, el honor y la intimidad de las personas antes de ser juzgadas, lo cierto es que muchas de ellas se sentía tremendamente atosigadas, acosadas y vilipendiadas. Personas estas que sentían ya el frio de las esposas y el sentimiento de culpa entrando en su corazón. Algún corazón de estos, como el de Rita, no ha resistido lamentablemente la presión y ha terminado por apagarse.

Quiero dejar claro hoy, sin tener ninguna intención de acusar a nadie, que la presunción de inocencia no sólo debe ser un derecho jurídico sino también ser respetada en el ámbito informativo.

Porque los medios de comunicación y la opinión pública no son nada  desdeñables y su tratamiento informativo puede influir y tener mucho peso en las deliberaciones finales de un proceso jurídico.

Es absolutamente necesario apelar en estos casos al rigor y el respeto en la información en sus máximos niveles de cumplimiento. Es tan sencillo como cumplir el octavo mandamiento de la religión católica, que no solo se refiere a no mentir sino a emitir falsos testimonios. Esa débil y sutil línea que divide el derecho a la información y el respeto por la misma, debería de estar en el ADN de todos nosotros, los periodistas, los comunicadores. Y si no lo llevamos dentro, hagamos examen de conciencia o un máster en veracidad.

Por Victoria Magro, consultora sénior de Estudio de Comunicación

@VictoriaMagro

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