Estados Unidos desclasifica archivos ‘top secret’ de la CIA en los que se detallan los métodos de tortura empleados durante interrogatorios a presuntos terroristas islámicos de Al Qaeda o sospechosos de serlo. El riesgo de hacerlo es notorio: una nueva escalada de odio islámico radical que derive en más violencia contra Estados Unidos o sus ciudadanos allá donde estén. Entonces surge una pregunta: Si el propio Gobierno estadounidense revela esos documentos sabedor del riesgo que supone, ¿por qué lo hace?
La respuesta la dio, preguntado por un periodista en rueda de prensa, Josh Earnest, portavoz de la Casa Blanca, quien vino a decir que por encima de ese riesgo, de la potencial violencia que podría generar esa información, está la verdad, y lo remató añadiendo que decir la verdad y reconocer los errores es lo que, precisamente, le da la fuerza moral a Estados Unidos como país en su posicionamiento internacional como una de las primeras potencias mundiales (si no es la primera).
Si analizamos el tema fríamente, sin entrar a valorar el horror del método violento y sólo lo hacemos desde el punto de vista de la comunicación, podemos decir que el ejercicio de transparencia realizado por el Gobierno de Estados Unidos ha sido importante. Torturar es de cobardes, pero reconocer que se ha torturado, que se ha hecho algo tan horrible, es de valientes.
En Comunicación, como en la vida, hay que ser valiente cuando toca. Se reconocen los errores,y se sonrojan públicamente por ellos, para luego corregirse, solucionarlos, pagar el precio, por muy alto que sea, y seguir adelante. Eso sí, con la lección aprendida. Hablamos de errores no intencionados, por supuesto, sin maldad, fruto más del desconocimiento que de la mala intención. Esos se perdonan tanto en Comunicación como en la vida. Para las empresas y para las personas.
Por Juan Francés, consultor sénior de Estudio de Comunicación España.
