Vivir sin permiso

Vivimos sin permiso en este mes largo de confinamiento en España desde que el pasado 15 de marzo el presidente del Gobierno decretase el estado de alarma y, todo apunta, que viviremos en esta situación, al menos hasta el 15 de mayo por San Isidro, si el Patrón de Madrid no puede remediarlo.

Vivir sin permiso lo he tomado del título de una serie de TV que se puede disfrutar, o sufrir, en una de las plataformas que tanto protagonismo ha adquirido en estos tiempos de retiro obligatorio.

Una serie que está protagonizada, también es casualidad, por el famoso Coronado -a José, el actor me refiero- nada más apropiado en estos momentos.

Vivimos sin permiso para circular libremente, para salir a pasear, para hacer ejercicio en la calle, para reunirnos con los amigos o la familia en torno a unas cervezas, un buen vino o una interesante charla…

Vivimos sin permiso para visitar a nuestros mayores, para llevar a los niños al cole, para acompañar a nuestros familiares en caso de fallecimiento…en definitiva, vivimos con las libertades ciertamente mermadas, por el bien común.

A las restricciones de movilidad se suman otras, que en estos días se están poniendo en cuestión, fundamentalmente sobre la libertad de información. El último sondeo del Centro de Investigaciones Sociologicas (CIS) español apunta una cuestión de dudoso comportamiento democrático. Una pregunta trampa: ¿Cree usted que el derecho a la información y la garantía de unos medios de comunicación libres son principios democráticos fundamentales que deben seguir siendo protegidos por nuestra Constitución?

¿Qué se pretende? Eso es tanto como preguntar si queremos ‘susto o muerte’. El artículo 20 de la Constitución define claramente la libertad de información: “Derecho a comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión. La ley regulará el derecho a la cláusula de conciencia y al secreto profesional en el ejercicio de estas libertades. El ejercicio de estos derechos no puede restringirse mediante ningún tipo de censura previa”.

Sin embargo, surgen voces para controlar esa libre circulación de información, no ya solo por las ruedas de prensa sin preguntas directas, sino por tener que decir amén y sin posible réplica “a la información oficial” para no ser tratado de desleal.

Desde el Gobierno parece haberse adoptado la teoría del presidente norteamericano Truman allá por los años cuarenta del siglo pasado: “Si no puedes convencerlos, confúndelos”.

Ante esta situación y ante el posible ataque a la libertad de expresión y de prensa, la Federación de Asociaciones de Periodistas de España ha criticado duramente esa pregunta del CIS, críticas a las que sean han añadido las diferentes asociaciones de la prensa de España.

En definitiva, vivimos sin permiso y bombardeados con informaciones teledirigidas, bulos y falsas noticias que solo se pueden rebatir con la verdad y la transparencia. En estos momentos de confusión, de sobreinformación y de opiniones anónimas en las llamadas redes sociales es preciso contar con medios solventes y profesionales que informen y analicen con rigor lo que pasa, evitando sensacionalismo y amarillismo. Los ciudadanos se lo vamos a agradecer.

Más que confinados, estamos ya confitados, además, con un Parlamento mudo y con unos políticos que son incapaces de ponerse de acuerdo en nada, ni ofrecer soluciones concretas. Sin credibilidad y mitineando día a día.

Si el gobierno pide que todos los que puedan teletrabajen, ¿por qué no abrir el parlamento telemáticamente? Y, ¿por qué no tener a los funcionarios de la Administración teletrabajando desde sus casas? Está bien que pidan un esfuerzo a los ciudadanos y a la empresa privada, pero no es momento ni es disculpa para recortar libertades y derechos abusando de la situación que vivimos.

Por Juan Antonio Tarjuelo, asociado en Estudio de Comunicación.

 

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