La libertad de Prensa, más allá del smartphone

Desde 1993, por mandato de la UNESCO, cada 3 de mayo el mundo conmemora el día de la Libertad de Prensa. Un aniversario que, pese a haber tenido lugar recientemente, ha pasado sin pena ni gloria entre la avalancha de fechas señaladas, acontecimientos y todo tipo de celebraciones. Existen tantos “días de”, que apenas nos paramos a pensar en su significado, su importancia y lo que representan.

Por eso, como periodista y comunicadora me gustaría detenerme a través de estas breves líneas a repasar lo que esa celebración simboliza, aunque sólo sea para rendir un humilde homenaje a los al menos 95 periodistas que según la Federación Internacional de Periodistas FIP fallecieron en 2018 en toto el mundo mientras cumplían con su obligación: informar.

A todos se nos pusieron los pelos de punta en 2018 cuando escuchamos o leímos el escalofriante relato del cadalso del periodista saudita Jamal Khashoggi; en México, uno de los países donde más peligroso es ejercer la profesión de periodista, Rafael Murúa fue literalmente ejecutado en enero de este año; mientras que la periodista británica Lyra McKe murió el pasado mes de abril en Londonderry (Irlanda del Norte) cuando cubría una noche de disturbios.

La libertad de prensa es un intangible que en buena parte del mundo occidental pasa totalmente inadvertido porque a golpe de click y enlace cualquiera de nosotros puede acceder en tiempo real a un aluvión de noticias, (que no siempre van ligadas a la veracidad y el rigor, que el propio concepto de información debería presuponer) pero cuya posibilidad de acceso nos hace sentir ciudadanos más informados, con mejores cartas para decidir y por lo tanto más libres.

Pese a lo que muchos puedan pensar, la información no flota en el ambiente ni se encuentra en estado etéreo esperando a que un dispositivo móvil la capture y reenvíe. La verdadera noticia es una veta enterrada a mucha profundidad y los periodistas de raza saben que hay que picar y sudar mucho para lograr encontrarla, extraerla, procesarla y hacerla llegar al público.

Eso lo sabían bien todos los periodistas que fallecieron cumpliendo su deber, al igual que son conscientes los que diariamente se juegan la vida por servirnos la noticia en bandeja para que, cómodamente, desde nuestra televisión, ordenador o smartphone la podamos saborear, por muy amarga que sea. A todos ellos les quiero recordar desde aquí para que no olvidemos por qué ya no están.

Ana Pereira, Directora en Estudio de Comunicación España.

@anabepereira

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