#COMUNICACIÓN ONLINE: Una excusa menos

Cuando hablamos con un alto ejecutivo de alguna empresa importante y le decimos que no debe ignorar la realidad de las redes sociales, que, como portavoz de su compañía, también debe ser portavoz online, que esto no es una moda pasajera, que está aquí para quedarse… Cuando en éstas estamos, suele haber una justificación para explicar, por parte de ese alto ejecutivo, por qué él no quiere perfil en las redes sociales: porque no hay privacidad en ellas.

Este comentario recurrente seguramente está basado en lo dicho por uno de esos «gurus» de las redes sociales (uno de los que suele confundir el haber logrado ser millonario a muy temprana edad con estar siempre en posesión de la razón) y que se permitió pontificar sobre aquello a lo que los ciudadanos se deben acostumbrar: que la privacidad había dejado de ser norma social.

También hay otras alertas, como esos permanentes avisos, sobre todo a adolescentes, por parte de padres y autoridades de orden público relativos a los cuidados con lo que se pone en los perfiles, en las etiquetas, en las fotos, en los grupos con los que participa… Es más: un estudio de 2006 sobre “La paradoja de la privacidad” (de Susan B. Barnes) ponía sobre la mesa que los jóvenes “enredados” de EE. UU. dejaban sus datos personales a disposición de cualquiera.

Con estas premisas, el argumento del alto ejecutivo se “compra” sin dudar, aunque no sea tan joven como los americanos estudiados y nosotros pensemos que la realidad pueda ser otra (¿temor a no saber administrar ni controlar su perfil social?). En esto llega un equipo de la Universidad de Oxford, del Oxford Internet Institute, al que no le suenan muy bien las conclusiones del citado primer estudio, intuye que la idea de “joven poco preocupado por la privacidad” no es correcta y se emplea a fondo con una muestra de 2.000 usuarios de redes sociales de todas las edades.

Su análisis concluye que los jóvenes, británicos esta vez, cuidan su privacidad mucho más que los adultos. Y cuanto más jóvenes, más celosos de su privacidad. Para darse una idea, la media de edad de los menos o nada cuidadosos está en los 43 años y casi la totalidad de los adolescentes estudiados (14 a 17 años) controlan sus datos personales prácticamente a diario. En franca oposición con el otro trabajo antes mencionado, los ingleses llamaron al suyo “La nueva paradoja de la privacidad”. Que, ¿cuál de los dos estudios es más creíble? A nada que uno preste un poco de atención a su entorno más próximo, parece que el de los investigadores de Oxford. Quizás sólo porque es actual y ocho años en la vida de las redes sociales, que es el lapso entre uno y otro trabajo, pueden cambiar los hábitos drásticamente.

O sea: quien quiera privacidad no tiene por qué renunciar a un perfil en las redes sociales. Así que a nuestro alto ejecutivo, nos tememos, ya solo le queda una excusa para no estar en aquéllas como cabeza visible de su compañía: “es que no tengo tiempo”. Ahí podemos decir que para eso estamos los de Comunicación, para asesorarle, pero también para ayudarle e, incluso, para supervisar la gestión de sus perfiles… Nunca dejaremos de preguntarnos por qué a algunos les cuesta tanto liderar acciones de comunicación que bien definidas, planificadas y gestionadas redundan siempre en beneficio de su compañía y, por ende, personal.

Por Jesús Ortiz, consultor sénior de Estudio de Comunicación. España.

@JesOrtizAl

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