Ni contigo ni sin ti

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Hace no muchos años, todo el mundo tenía en sus hogares un televisor en torno al que se orientaban todos los muebles del salón y, aquel que además tenía un ordenador con Internet en casa, era considerado un privilegiado. Ahora que los televisores prácticamente ya no ocupan espacio y pueden colgarse hasta de las paredes, en un momento en que quien no tiene un portátil es considerado casi un bicho raro… nos damos cuenta de que no sólo se han producido cambios en las tecnologías que nos rodean, sino también en nuestro comportamiento al utilizarlas.

Resulta algo contradictorio que para las televisiones busquemos plasmas cada vez más grandes y, en cambio, para los ordenadores, la tendencia general sea reducir el tamaño del portátil tradicional al práctico Netbook. Quizás sea porque la televisión ha pasado a convertirse más en un elemento decorativo del hogar que en un aparato funcional; en un medio de acompañamiento para otras tareas, como comer, hablar con la familia, estudiar o, incluso, dormir.

Sin embargo, el creciente protagonismo del ordenador frente a la televisión no se debe únicamente a cuestiones estéticas. En la actualidad los jóvenes españoles hacen un uso masivo de las nuevas tecnologías y prefieren la interconexión que les ofrecen Internet y el móvil al pasivismo de la pequeña pantalla. Sin embargo, recientemente se ha observado un fenómeno muy curioso que desmonta un poco esta teoría de que los menores no ciberconectan con la televisión. Según me contaba Alberto Knapp, CEO de la consultora The Cocktail, se ha comprobado que en la publicidad de algunas series de televisión, como es el caso de Física o Química, se produce un increíble aumento en las visitas a determinadas páginas web, así como un bombardeo de comentarios relativos a dicha serie en las redes sociales como Tuenti.

El acceso a la Red se convierte así en un vínculo de unión entre los miembros de la denominada generación proactiva, que parece tener necesidades comunicativas constantes y en tiempo real, pero que al mismo tiempo permanece fiel a sus hábitos televisivos. La realidad es que ordenador y televisión se complementan. Y aunque luchan por quitarse espacio el uno al otro, lo cierto es que no son enemigos, sino aliados.

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