Hoy con los periódicos gratuitos daban una banderita de España con forma de abanico, el güisqui DYC regala banderas de todos los tamaños, algún diario de pago también lo ha hecho… de repente la “etiqueta” de España, la marca, la identidad gráfica del país causa emoción, alineamiento, identificación.
La verdad es que la combinación amarillo y rojo, rojo y gualda, sangre y alvero o como lo quieras llamar tiene fuerza gráfica pero está claro que el hecho coyuntural de que hoy levante pasión no tiene nada que ver con sus virtudes gráficas sino con que etiqueta un buen producto, la selección española de fútbol.
Creo que este ejemplo de rabiosa actualidad es una metáfora perfecta aplicable al mundo corporativo. La imagen gráfica de una compañía o de un producto, es importante, muy importante, pero esa imagen no puede sustituir nunca a la realidad. Apple no vende i-gadgets porque lleven una manzanita ni Ferrari coches por su Cavallino sino porque han sabido crear buenos productos con puntos fuertes y diferenciadores que los hacen ganadores en el mercado.
Muchas veces en el mundo de la comunicación y las relaciones públicas nos encontramos ante compañías que con facilidad tienden a achacar a la imagen o la gestión de la comunicación sus problemas, cuando éstos tienen un origen muy distinto. El diseño, la imagen, la comunicación ayudan mucho a una buena empresa pero la liga del mercado no la ganan las banderas, hay que meter goles.