La batalla digital llega al “papel” de los libros

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La batalla digital se ha convertido en un best seller a costa de la presunta muerte del libro… en papel. Un órdago que estaría muy bien para jugar al mus, pero que en la realidad es poco menos que un farol que hasta hace poco han sostenido demagógica pero firmemente fabricantes y operadores, lanzando a la Opinión Pública mensajes tipo metralleta, no necesariamente ciertos, pero con una clara estrategia de incrementar las ventas de los nuevos dispositivos tecnológicos de lectura. En aras de una interesada gratuidad de la Cultura, en lo que afecta a los contenidos y a los creadores, pero pay per read en lo que afecta a los cacharritos –eReaders, Tablets, iPad…- y conexiones y tráfico, fabricantes y operadores están empecinados en señalar la obsolescencia de los editores por no subirse al carro de la modernidad tecnológica y dar la espalda al modo click como way of life.

En Comunicación, responder cada inexactitud o falso de la parte contraria, sería una labor ineficaz y, la mayoría de las veces, un craso error, además de una labor agotadora. Construir un buen argumentario, dosificar los mensajes y limitar las apariciones a solo cuando se tiene algo que decir puede resultar muy rentable, ventajoso e incluso, modificar hábitos en la Opinión Pública. No es cierto que el sector editorial español de la espalda a la tecnología. Dos de las plataformas digitales de venta de libros están lideradas por los editores como Libranda –que agrupa a 90 editoriales, entre ellas, Planeta, Santillana, Random-House Mondadori…- o Enclave que patrocina la Biblioteca Nacional y la Federación de Gremios de Editores de España. Y no es cierto tampoco que no haya contenidos para llenar los libros electrónicos. Otra cosa es que, hasta ahora, no se haya querido pagar por esos contenidos y sí copiarlos.

Lo que está en juego, sin embargo, no es el libro en papel versus el libro electrónico, sino un modelo de negocio, el de la edición digital con un enorme potencial y en el que la piratería y la copia ilegal está haciendo su agosto. El quid de la cuestión no es en qué soporte se reproducen las obras y cómo se remunera a sus creadores, sino en cómo controlar las ventas o la distribución de contenidos pirateados para que los libros no repitan una película con la misma banda sonora que ya les tocó sufrir al cine y a la música. La campaña de Comunicación para sensibilizar a los infractores parece estar dando frutos porque según un reciente estudio sobre Piratería y hábitos de consumo de contenidos digitales, casi el 60% de los usuarios que piratean estarían dispuestos a pagar por el contenido que se descargan.

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