He esperado unos días para escribir este post. La vergüenza ajena me impedía reflexionar con cordura y algo de imparcialidad. Pero superadas las elecciones autonómicas que han acaparado más páginas y minutos en los Medios nacionales en los últimos años, me siento con la valentía suficiente para opinar o hacerles las siguientes preguntas: ¿Qué ha sido eso que han llamado publicidad electoral en Cataluña que ha pasado cual estrella fugaz (o meteorito estrellado)? ¿En qué piensan los partidos políticos (o cómo subestiman a los ciudadanos) al crear anuncios como los del PSOE o videojuegos como los del PP?
No sé si será deformación profesional o un exceso de respeto por mi oficio lo que me hace pensar que o bien no han consultado o bien no cuentan con asesores de comunicación con sentido común. No pido más, sólo un poco de sentido común que les haga entender que no es ético matar barretinas cabalgando a lomos de una gaviota ni tiene sentido comparar una votación con un orgasmo en medio de una crisis de credibilidad de la clase política en nuestro país. Es ridículo y vergonzoso y, como mínimo, tendrían que haber puesto en duda su utilidad propagandística o su posible reflejo en las urnas. Vaya por delante que no es una crítica ideológica, simplemente una reflexión (o un desahogo) para compartir con los lectores una situación que he vivido de profunda perplejidad.
Como colofón final una simple anécdota. Al contarle a un amigo mi asombro tras ver estas campañas se me olvidó mencionar un pequeño detalle: que era publicidad “en serio”. Para mi sorpresa y a la vez dándome una lección magistral, él interpretó que era una burla de un programa de humor… vaya: una parodia publicitaria.