O mejor dicho, el lunes me levanté con buen pie pero elmundo.es cambió mi humor. Leo consternada que Paolo Vasile cambia CNN+ por Gran Hermano, un espacio televisivo que ahora estará dedicado 24 horas a ver “la casa en directo”. Como es Navidad, no me apetece entrar en debates sobre cómo y por qué a alguien en este mundo le puede interesar ver desde su sofá como otros se pelean o friegan los platos. Ni tampoco me apetece discutir sobre si el dinero mueve el mundo y afirmar que las cadenas son empresas, negocios, con el símbolo del dólar (o del euro, que ahora está más fuerte) tatuado en su parrilla televisiva. Ambas son obviedades. Lo que si me gustaría es preguntaros lo siguiente: ¿Quién de vosotros veía CNN+?¿Quién está suscrito a un diario? ¿A una revista mensual? ¿De quién es la culpa de esta crisis que vive el periodismo y los Medios de Comunicación? Sin ánimo de levantar ampollas ni de ofender a nadie, considero que parte de la culpa es de los propios periodistas o editores, entre cuyo gremio me incluyo, aunque ahora no ejerzo en ese ámbito profesional. Y me explico con una anécdota personal, que es lo más fácil y a lo que siempre recurrimos todos. Acabo de regalar a un amigo una suscripción anual a The New Yorker, cuya página web, artículos y viñetas de cómic son dignos de ser enmarcados. La razón principal de por qué alguien querría pagar por estar informado es porque esta revista cuenta algo que no se puede encontrar por Internet y que no tiene competencia alguna. Artículos de calidad, analíticos, profundos, sobre temas de interés general, contados con inteligencia, cinismo y sentido del humor. Por si fuera poco, la suscripción permite acceder a contenidos audiovisuales y entrevistas en directo y… ¡hasta te regala un calendario con las mejores portadas! ¿Existe algo equiparable en nuestra televisión? ¿Algo que nos haga dedicar nuestras horas libres a estar informados? Tal vez el problema no radica en intentar aumentar el “share” todos los días o en reinventar la rueda publicitaria, ni se esconde en las redes sociales, ni en no sé qué truco de Internet… sino simple y llanamente en la esencia del periodismo: en informar, en interesar a los lectores/telespectadores. Porque, perdónenme aquellos que me juren y perjuren que Gran Hermano es un reflejo de la sociedad, un programa necesario. A mi alrededor solo veo personas que intentan sobrevivir a la crisis y superar enfermedades, personas que van a trabajar todos los días, con ropa bastante discreta y con un léxico que dista bastante del que se emplea en el plató de este programa que rememora la obra de “1984”.