No parecía ser un día distinto en el trabajo hasta que me topé con una información en El Mundo: ‘La corrupción, en los ‘spots’ de Coca-Cola’. En principio me quedé perpleja. Primero porque me la había encontrado en la sección de Nacional y no en Comunicación, y segundo porque no sabía cómo casar la corrupción política con la felicidad y el optimismo que suelen caracterizar las campañas de la firma de refrescos. Pues bien, la idea es tratar los temas que verdaderamente preocupan a sus clientes. Y en España, como no, tras el paro y la situación económica, están los políticos.
“Por cada persona corrupta, hay 10.000 donando sangre” es el eslogan de la nueva campaña, que también tratará el tema de la economía o la segregación: “por cada muro que se levanta, hay 200.000 hogares dispuestos a darte la bienvenida”. Además, Coca-Cola no sólo ha escuchado a sus clientes, el ciudadano de a pie, también se ha puesto en contacto con representantes de los principales partidos políticos para explicar que no se trata de cuestionar su trabajo.
A mi juicio, Coca-Cola da una lección “de saber escuchar”, la base de toda buena comunicación, al incluir estos grandes temas en su publicidad. Ya podrían aprender los políticos y las empresas. Los primeros, pues se deben también a sus clientes, los electores; y las empresas, porque el éxito de un negocio está intrínsecamente relacionado con la implicación y motivación de sus empleados. De todos los empleados.