La verdad es que sorprende, y mucho, que en la última encuesta semestral realizada en México por la empresa Mercadotecnia para la edición de El País en este país norteamericano, los ciudadanos aprueben el trabajo de militares y periodistas de entre todos los actores sociales y políticos de la nación, por delante incluso de la gente que se dedica a los derechos humanos, los empresarios o los maestros, colectivos que tradicionalmente copan los primeros lugares de valoración en consultas populares similares en los países europeos.
La explicación puede residir en el uso que el presidente Felipe Calderón está haciendo del Ejército para combatir la lacra del narcotráfico, que hasta hace relativamente poco amenazaba la propia estabilidad institucional mexicana, a pesar de que aún copa extensas parcelas de poder en determinados estados colindantes con la frontera estadounidense. El trabajo de los militares está teniendo, por tanto, su ‘recompensa’ en el reconocimiento popular hacia su difícil labor ante el narco.
Por lo que respecta a los profesionales de la información, los periodistas mantienen un más que digno segundo lugar, con un 58% de consultados que consideran que hacen bien su trabajo (frente al 69% del ejército), a pesar de que han bajado desde el 83% que compartían al alimón con los uniformados en 2007.
Lo que en ningún caso llama la atención son los colectivos que ocupan las posiciones de descenso -si es que existiese una segunda división social- y que son los políticos, policías y sindicalistas. Mientras que banqueros, obispos y cardenales están en la media de la tabla. O sea y siguiendo el símil futbolístico, no están en riesgo de descenso pero por su labor tampoco aspiran a jugar competiciones internacionales.
Desde la óptica de la Comunicación, mi intención es resaltar la posición que ocupan los periodistas en el imaginario colectivo de una sociedad, la mexicana, tras décadas de crisis económica, problemas y conflictos de todo tipo en aquel país. Su labor de denuncia de los abusos cometidos por el poder en un país con clamorosas desigualdades sociales, donde la ciudadanía ha pasado factura a la imagen de muchos de los colectivos analizados, el que los periodistas salgan bien parados en una buena “noticia”.
