De la risa a la tristeza

Hoy, como siempre, me he reído mucho con la viñeta de Forges. Sin embargo, cuando me disponía a doblar la hoja, la sonrisa se me ha quitado de la cara. El genial Forges sigue, tras más de un año y medio de la tragedia, recodándonos que no nos podemos olvidar de Haití. Y la verdad es que me he puesto un poco triste, porque si en aquéllos días Haití inundaba primeras páginas de periódicos, abría informativos y colapsaba las redes sociales, hoy no queda nada de eso y todos nos hemos olvidado de lo pasó en el país caribeño.

Y cuando he seguido pensando, me he puesto todavía más triste, porque tampoco recordaba qué había pasado con las miles de personas refugiadas en polideportivos de Japón o dónde están los ciudadanos que el terremoto de Lorca dejó sin vivienda. Y ya no estamos hablando de un año y medio, estamos hablando de pocos meses atrás.

Y cuando he seguido pensando, me he puesto todavía más triste, porque no es que no recuerde qué ha pasado con todas estas personas, sino que no sé qué ha pasado con ellas. Una vez la tragedia ha dejado de copar primeras páginas para convertirse en un breve, o ha dejado de abrir el informativo para cubrirla en colas, poco a poco, casi como si no nos diéramos cuenta, la tragedia muere en el olvido. Y a no ser que se “celebre” un aniversario, o la zona afectada reciba la visita de algún mandatario, su jefe de prensa y su séquito de periodistas, no volveremos a saber de ella.

La actualidad es casi tan rápida y fugaz como la luz, pero me niego a aceptar que a las personas que seguimos esta actualidad nos resignemos a no saber cómo ha acabado una noticia. Imagínese que en lugar de ser una noticia, es una película. Hemos ido al cine, hemos pagado los casi diez euros de la entrada y cuando quedan quince minutos para el desenlace nos encienden las luces y nos echan. ¿Cómo nos sentiríamos? Yo puedo asegurar que me mosquearía muchísimo y desde luego protestaría enérgicamente. Bueno, pues esto es igual, sólo que, desgraciadamente, en lugar de ser ficción es realidad. Nos han contado toda la historia y a punto de acabar, nos han desenchufado de ella.

Así que me uno al llamamiento de Forges y pido que los periodistas no se olviden de determinados temas y que los seguidores de la actualidad reivindiquemos nuestro derecho a conocer el final de las historias.

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