Si no queremos verlo publicado, no lo contemos… las paredes oyen (y los periodistas también)

Dedicaban el otro día el programa de la mañana de Carlos Herrera en Onda Cero a comentar unos u otros momentos en los que un micrófono abierto revela la verdadera opinión de algunas personas. Sin ir más lejos Mariano Rajoy, comentó en octubre de 2008 a Javier Arenas, en la clausura de una reunión en A Coruña, con 300 diputados y decenas de periodistas: «Mañana tengo el coñazo del desfile», sin saber que tenía el micrófono abierto. Recientemente, la presidenta de la Comunidad Madrileña dijo literalmente en un encuentro, sin saber que era escuchada: “no tengo un puto duro”.

En esta línea, recientemente el presidente galo Sarkozy y el americano Obama fueron escuchados dando sendas opiniones, ninguna de ellas muy agradables, sobre al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu. Como ya anotaban en las ondas de Herrera, no es la primera vez que se exponen públicamente opiniones sacadas de la trastienda a micrófono ‘indiscreto’. Nada más y nada menos, el dirigente francés ha expresado al máximo responsable de Estados Unidos: “No le soporto, es un mentiroso», durante la cumbre del G-20 en Cannes. Para colmo, Obama contestó: ‘Tu estarás harto, pero yo tengo que lidiar con él todos los días’.

No es la primera vez que se extraen opiniones de esta forma tan poco ortodoxa, o por decirlo de otra manera ‘distraída’. La combinación de micrófonos abiertos y falta de precaución de los dirigentes ha concedido, pues, una nueva oportunidad de conocer lo que realmente piensan, más allá de las declaraciones protocolarias. Han puesto en peligro un asunto de seguridad y protocolo internacional y han dejado la disciplina y la excelencia de la Comunicación por los suelo. Estamos ante las espadas número uno del mundo mundial y los más imponentes dirigentes del universo y nos damos cuenta de que aún no se han aprendido ni son capaces de respetar la primera máxima de la Comunicación: Ni existe el off the record ni nada de lo que digas está absolutamente a resguardo. Sencillamente, no digas lo que no quieras que se sepa. Si no queremos verlo publicado, no lo contemos.

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