Imagen y realidad

A estas alturas, cuando tanto se ha hablado de la última campaña de Ketchup Heinz, ya no estoy segura de si la acción del fabricante americano para vendernos Ketchup gourmet es un éxito o un fracaso.

Los expertos (véase Gastronotas de Capel) ya se han encargado de ridiculizar los argumentos gastronómicos que supuestamente le aportaban valor al nuevo producto y son contundentes: no lo tiene. Sin embargo, es cierto que han conseguido que se hable de él… aunque sea mal.

La verdad es que esta iniciativa, aunque metidita en una botella y con tapón a rosca, me recuerda bastante a algunas pretensiones empresariales de hacer y vender imagen sin base de realidad. La comunicación en general, y la corporativa en particular, es una herramienta al servicio de la empresa o las instituciones que vale no para engañar al público sino para poner en valor las realidades existentes. Cuando una empresa se empeña en hacer cantos de sirena para atraer incautos sin que haya detrás de sus mensajes una realidad que respalde los argumentos, está haciendo algo que, a medio plazo, es estéril en el mejor de los casos y perjudicial en la mayoría. Al final, los expertos y todos los ciudadanos sensatos acaban por ponerla en su sitio y decirle, que «aunque la mona se vista de seda, mona se queda». Hay que cuidar la imagen sí, pero la imagen tiene que reflejar la realidad, no un invento.

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