O “dime qué gestos haces y te diré quién eres”, parafraseando el dicho. No es la primera vez que reflexiono “en voz alta” (o sea: “en post alto”) sobre el lenguaje no verbal, pero creo que merece la pena recordarlo. Y las campañas electorales, como la que acaba de finalizar en España, nos aporta “sensaciones” a cientos.
¿Cuántas veces vemos a un político dando un discurso y algo no nos cuadra? Lo que dice no nos parece “verdad”, pero no sabemos explicar por qué. Hablo de políticos porque son comunes a todos, pero también nos sucede del mismo modo en nuestra vida diaria con la gente con la que nos relacionamos. Nos bastan dos minutos para pensar que esa persona no es de fiar. Pero tampoco podemos explicar por qué.
La respuesta es sencilla: lenguaje no verbal. Los expertos no sólo afirman que únicamente una pequeña parte de la información que obtenemos de una persona proviene de las palabras; ya lo cuantifican: entre un 60 y un 70 por ciento de lo que comunicamos lo hacemos mediante el lenguaje no verbal, que incluye gestos, apariencia, postura, mirada, expresión, voz… Y si bien es cierto que, por ejemplo, el lenguaje no verbal del debate electoral fue analizado por los medios de comunicación hasta la saciedad –que si la “gestualidad invasiva de Rubalcaba” sacando el dedo acusador a pasear, que si la expresión contenida de Rajoy y su constante uso del bolígrafo para tener las manos ocupadas…-, no es menos cierto que dominar este tipo de comunicación tiene una importancia vital.
De ahí que la formación de portavoces deba prestar especial atención a esta cuestión, pues cuando hablamos con alguien, le estamos diciendo mucho más de lo que queremos, porque cualquier gesto, por discreto que sea, comunica mucho.
