En comunicación política se ha acuñado el concepto “Estrategia Sherezade” para definir una práctica que supone que cuando el pueblo ha decidido condenar a sus dirigentes a la muerte (política se entiende) ellos suelen aprovechar para contar nuevas historias o propiciar nuevos relatos sobre su vida pública que les permita perpetuarse en el cargo. Sería algo así como lo que hizo la princesa Sherezade que aprovechaba para contar una historia para así salvar la vida, tal y como sucede en “Las mil y una noche”. Éste es, además, el título que ha elegido el escritor francés Christian Salmon para profundizar y apostillar lo publicado en su anterior libro Storytelling. Una visión crítica sobre una práctica, la de contar historias, la de crear un relato que define a personas e instituciones, que ha tenido su mayor expresión en la política pero que también ha sido aplicado a la comunicación empresarial.
Salmon pone como ejemplos a Clinton, Bill y Hillary, o Barack Obama, en Estados Unidos, o Nicolas Sarkozy, en Francia, y a los relatos que han desarrollado para, en primer lugar, ganarse el afecto de los electores y, posteriormente, para mejorar su imagen en tiempos de menor aceptación pública.
Para este autor el objetivo del Storytelling es crear un mundo de mitos y símbolos a través del cual manipular las emociones de la gente. Suele decir que en la actualidad, gracias a estas prácticas “la percepción de las cosas es más importante que la realidad de las cosas” y que esto que ha nacido en el mundo político también se ha traslado a la empresa… y puede que tenga razón. Sin embargo, y pensando que no todo tiene porque ser bueno o malo per se o tener una intención oculta, tener la capacidad para contar de forma adecuada y tener la capacidad para estructurar la historia de una organización nos puede acercar, dentro de nuestra estrategia de comunicación, a nuestros públicos objetivos. Ahora bien, es esencial que ésta sea, en primer lugar, verdadera y refleje lo que hemos sido, lo que somos y, en buena parte, lo que queremos ser. Intentar cambiar de relato cuando las cosas no nos van como pretendimos puede, en ocasiones, ayudarnos a seguir perpetuándonos en una posición, pero, a medio y largo plazo, no nos servirá ni nos permitirá mantener nuestra credibilidad.