Existen muchas clases de fobias que no voy a enumerar porque esto no es más que un post y porque yo quiero hablar en estas líneas de la taquigrofobia y que me perdonen los académicos por atreverme a innovar con el lenguaje o, lo que es lo mismo, inventarme palabras. No creo que en el Vademecum esté recogida pero es una fobia real y describo mis síntomas, por si alguno se reconoce.
Lo de redactar un acta de reunión o transcribir lo que se ha dicho en un evento ha sido una de esas tareas de las que he intentado escabullirme siempre que he podido y no creo que nadie se escandalice por ello porque estarán conmigo en que más que una tarea es un castigo y realmente es tedioso y aburrido.
Cuando por razones de trabajo tengo que leerme las transcripciones de ruedas de prensa gubernamentales o sesiones parlamentarias varias, no puedo menos que imaginar el horror que supondría para mi si tuviera que ser yo esa taquígrafa a la que siempre supongo sufrida y mordiéndose la lengua para no cambiar lo que redacta por aquello que le gustaría en realidad escribir.
Por aquello de que “si no quieres caldo, aquí tienes dos tazas” ironías del destino, en el desempeño de mi profesión no he parado de darle primero al boli y luego a la tecla para dejar constancia cual cronista medieval de todo tipo de acontecimientos. Nunca me ha servido lo de mirar para otro lado, cuando al final de una reunión de trabajo se formula la famosa pregunta de “¿quién redacta el acta de la sesión y se la pasa al resto?”. Ni tampoco me ha funcionado lo de abandonar furtivamente la sala de juntas justo cuando yo calculaba que iban a solicitar un narrador voluntario, pues siempre al volver a entrar, como por arte de magia, había recaído sobre mi tamaño honor.
Afortunadamente para mí, se ha inventado Twitter y yo he descubierto sus ventajas a la hora de narrar acontecimientos. Había oído hablar de lo de tuitear un evento, pero ha sido recientemente a raíz de mi asistencia a un par de actos, cuando he podido apreciar este medio social para evitar las páginas y páginas de transcripción de un acto.
Pero ojo, que como todo en la vida, también tiene sus desventajas pues a diferencia de la redacción de un acta, un resumen o una transcripción en el que al cronista le va la vida en ceñirse al máximo a la realidad y reproducir lo que se ha dicho de la manera más fiel posible sin lugar a interpretaciones, el que tuitea un evento no es fiel a la realidad y no tiene por qué destacar lo más importante de manera imparcial sino que muchas veces destaca aquello que más le ha llamado la atención o simplemente aquello con lo que se ha podido quedar, pues como si de un taquígrafo se tratara tiene que escribir en tiempo real y además debe concentrar lo que dice en 140 caracteres.
Sólo el tiempo dirá si algún día el famoso dicho “con luces y taquígrafos” será sustituido por con luces y tuiteros.
Por Ana Pereira, consultora senior.
@anabepereira
Foto: rahego