¿Comunicación o milagro?

 

Guardaba silencio y la bola de nieve de su escándalo iba agigantándose en los Medios. Grandes titulares en las principales primeras de periódicos en España, páginas dedicadas al caso, piezas de opinión, editoriales… Él seguía callado hasta que la presión mediática se hizo asfixiante y forzó su comparecencia pública. Es el caso del presidente del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Supremo, persona que se presupone de una ética y un sentido de la justicia intachables.

Al final el Sr. Presidente se enfrentó a los periodistas el viernes 1 de junio, para explicar por qué cargó a los gastos protocolarios de la institución 20 viajes de fin de semana, de cuatro días o más, y más de 40 cenas para dos personas en restaurantes de Marbella desde octubre de 2008, según relata el periódico El País. Asesorado por un profesional de la comunicación, Dívar convocó una rueda de prensa que resultó tan multitudinaria como descafeinada. Se pactaron media docena de preguntas y no se permitieron más.

El País recogió la versión del protagonista en un artículo y, además, publicó una pieza de análisis titulada: “Contar con un buen asesor de comunicación… no tiene precio”. A lo que añadió el siguiente subtítulo: “Pese a que no quería comparecer, el presidente del Poder Judicial ha salido vivo de su particular confrontación con la prensa. Se la había preparado. … aunque en las cuestiones de fondo, Dívar ha seguido haciendo agua,… en lo formal, Dívar ha estado más que pasable”, añadió El País.

Esas “formas”, ese aceptar hablar con los Medios aunque fuera de forma controlada, lograron que el Presidente de los jueces españoles salvara la cara. Pero sólo fue un espejismo. Si pensaba que por comparecer ante los Medios se iba a zanjar el asunto, se equivocó.

Los profesionales y las agencias de la comunicación ayudan pero no hacen milagros. No son Lourdes. Cuando el caso es de semejante dimensión, nadie se salva de la quema mediática. Los medios denuncian y dictan sentencia. A un tiempo. Y la opinión pública se queda con lo dicho en titulares.

Por lo tanto, la comunicación, por muy buena que sea, puede reducir daños en la imagen de una empresa, de una persona. Pero la realidad, la verdad, es inexorable. Se puede disimular, adornar y demás, pero no borrar ni hacer desaparecer como por arte de magia. Lo hecho, hecho está. Y si no se ajusta al código ético, por mucho que se explique, te persigue siempre. Hasta que te hace caer. O no.

Por  Juan Fancés, consultor senior.

@JuanAFrances
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