Leo en el suplemento de El País, «S MODA» de fecha 21 de julio un reportaje titulado «Perfil bajo: ¿un valor en alza?”, firmado por Juan Carlos Rodríguez. Plantea un tema interesante en el ámbito de la comunicación empresarial, pues habla de gestionar la imagen del líder con alto o bajo perfil, y pone ejemplos de éxito en ambos modelos: Vicente del Bosque en bajo perfil o José Mouriño en alto. Entre los empresarios españoles cita a Amancio Ortega, Isidoro Álvarez, Juan Arena o Alicia Koplowitz como ejemplos de líderes que cuidan su imagen con un bajo perfil público y sin embargo tienen éxito y una muy buena imagen.
La imagen personal no debe ser un fin en sí misma. Tener un determinado perfil público debe plantearse como un medio, una decisión estratégica tomada para conseguir un fin ultimo que es el éxito de la empresa y los beneficios. Si el «alto perfil» del líder contribuye a que los consumidores compren más, los empleados trabajen mejor y la marca sea más conocida, debemos optar por el alto perfil. Si no es así, el bajo perfil es el camino óptimo. Y, la verdad, es que en muy pocas ocasiones el perfil alto es necesario o imprescindible. Tal vez el caso más claro es en situaciones de crisis, cuando sí es necesario poner al frente a un líder que dirija y encuentre la salida.
Es cierto que los cuatro ejemplos empresariales citados por la revista, salvo uno de ellos, todos son los dueños de la empresa y, por tanto, no necesitan de la imagen pública para crecer en su carrera profesional. Ni Isidoro Álvarez, ni Amancio Ortega, ni Alicia Koplowitz van a ser fichados por otra empresa por tener mayor notoriedad o mejor imagen pública. Cosa que no ocurre con otros gestores empresariales, cuya notoriedad les ha ayudado a ser fichados por otras empresas, en mejores condiciones económicas. En estos casos, el alto perfil de imagen también tiene un sentido, pues persigue un fin concreto. Es un fin más personal pero igualmente válido.
¿Alto o bajo perfil? En definitiva una importante decisión estratégica que debemos tomar pensando en el interés de la empresa o en el interés y el objetivo del cliente. Pero siempre debe ser una decisión reflexiva y gestionada. Y teniendo en cuenta que la notoriedad personal no debe ser un objetivo en si misma y que puede darnos grandes satisfacciones pero también grandes disgustos.
Por EC.