La reciente publicación por The New York Times de una información sobre la fortuna acumulada por la familia del primer ministro chino, Wen Jiabao, y la consecutiva mordaza cibernética impuesta por las autoridades chinas en un desesperado intento por evitar su difusión, ha puesto nuevamente de relieve la importancia del periodismo con mayúsculas como contrapeso al poder político y la dificultad de la censura en la era de internet.
La libertad en la difusión de contenidos que propicia la red se concilia mal con las trabas censoras que quieren seguir imponiendo regímenes dictatoriales.
Moisés Naím, en su incisivo análisis “Periodismo que cambia el mundo”, publicado recientemente por El País y por otros periódicos internacionales , subraya precisamente a partir de esta revelación periodística la importancia de que haya periódicos que dedican recursos, experiencia y profesionalidad a investigar, examinar y denunciar la realidad.
En un momento como el actual en el que la crisis de las empresas periodísticas, y la transformación que las nuevas tecnologías imponen al mundo informativo, y la multiplicación del periodismo ciudadano inducen a muchos a minusvalorar o relativizar el papel de la prensa y las organizaciones periodísticas, el artículo de David Barboza, demuestra, como dice Naím, que “el buen periodismo vale y cuesta”.
Las respuestas que el propio Barboza brinda a sus lectores sobre la gestación del polémico artículo que ha puesto a las autoridades chinas en pie de guerra es una lección de lo que debe ser el verdadero periodismo.
El artículo de The New York Times hace verdad más que nunca la máxima de uno de los padres del periodismo, Benjamin Franklin, para quien la libertad de expresión y el libre flujo de opiniones e ideas constituía la salvaguarda más eficaz contra la tiranía.
Adolfo Lázaro, consultor senior.
@alazaro_m
Foto: World Economic Forum