Hace mucho que pienso que nuestro trabajo, el de comunicación e imagen, es relativamente sencillo. Supongo que es lo mismo que le pasa a un veterano pastor que sabe agrupar a sus ovejas dándole unos cuantos silbidos a su perro o a un ingeniero que calcula la resistencia de un puente cuando ya ha diseñado muchos. Pero la realidad me demuestra, una vez tras otra, que sí, que puede que sea fácil pero que hay mucha gente que no sabe de ello.
Decía ayer Gonzalo Moliner, el presidente del CGPJ, que lamentaba tener que viajar en turista porque «no da buena imagen». Estoy seguro de que el señor Moliner tiene un profundo conocimiento de todo lo relacionado con el mundo del Derecho. Sobre imagen parece que aún puede aprender algunas cosas.
La más inmediata de ellas es que los altos cargos de las instituciones del Estado tienen, cuando menos, que dar la imagen de que sirven a los ciudadanos que las sustentan y de que tienen sensibilidad suficiente para vibrar en armonía con ellos y no ser indiferentes a las circunstancias que les aquejan. Para una sociedad en una profunda crisis económica, camino de los seis millones de parados, no creo que ver a un alto cargo en turista constituya una mala imagen, es más afirmo que no, que todo lo contrario.
También debería saber que corregir una mala imagen cuesta muchísimo más que construir una imagen desde cero y el CGPJ, tras el caso Dívar y el conocimiento público de que los responsables del organismo no tenían que dar cuentas sobre los gastos en los que incurrían, tiene una imagen manifiestamente mejorable, pero no precisamente a base de comprar billetes de primera.
La tercera cosa a saber, quizás la que puede sonar más cínica, es que cuando alguien representa a una empresa, a una institución o a un órgano del Estado debe preparar con esmero sus intervenciones públicas y hacerlo asesorado por el responsable de comunicación correspondiente que, a buen seguro, si tiene preparación para lucir los galones del cargo, le sabrá recomendar qué mensajes debe omitir en su discurso para evitar que la institución que representa erosione su imagen por unas declaraciones innecesarias y desafortunadas.
J. Alberto Mariñas, socio. Estudio de Comunicación.
@amarinas