Son unos auténticos maestros de la puesta en escena y de la Comunicación con mayúsculas. Desde que el ahora Papa emérito Benedicto XVI anunciara su renuncia al trono de Pedro el pasado 11 de febrero y se materializara el 28, todo el engranaje del Vaticano se puso en marcha para no dejar nada a la improvisación. Evidentemente después de que les pillara con el pie cambiado la decisión de Ratzinger, totalmente inesperada y fuera de guión.
Todo ha sido retransmitido en directo con puntualidad británica. Evidentemente se trataba de un hecho histórico por múltiples razones, pero, desde luego, en toda la parafernalia papal, ha tenido la misma importancia tanto el fondo como la forma.
Los 115 cardenales encerrados en la ya de por sí emblemática Capilla Sixtina tras el “Extra Omnes” votando bajo la atenta mirada del Juicio Final de Miguel Ángel, las cuatro fumatas negras previas a la blanca y la salida al balcón del nuevo Papa, el argentino Jorge Mario Bergoglio, que ha adoptado el nombre de Francisco, forman parte de la excelente puesta en escena.
Hasta donde se puede controlar, desde el Vaticano se ha controlado al milímetro. Todo se ha llevado a cabo con una cronología envidiable para cualquier profesional de la Comunicación y con una expectación inusual. Los mensajes se han transmitido tal y como estaban pensados y estudiados.
Ahora, al nuevo Papa se le está analizando con lupa. La vestimenta, el crucifijo que llevaba en su primer contacto con los fieles, sus zapatos, sus primeras palabras, el hecho de ser latinoamericano, su mala relación con la presidenta de su país, Cristina Kirchner, su supuesta buena amistad con el dictador Videla, su pertenencia a la orden de la Compañía de Jesús, su humildad, su cercanía… Todo cuenta. La máquina vaticana se puso en marcha y todo salió, en cuanto al continente, a la perfección. Habrá que ver ahora si, tras el “Habemus Papam” también lo es en su contenido.
Esther Ortega, consultora sénior.
@estherortegaa
Foto: madu-ussike
