“Me gusta cuando callas porque estás como ausente…” Con la misma intención de delicadeza que Pablo Neruda se lo decía su amada en el número 15 de sus famosos Veinte Poemas de Amor (dejemos aparte la Canción Desesperada), tendríamos que sugerir y sugerirnos varios silencios sobre un grave problema de salud pública en España, como el del ébola, que hemos elevado entre todos a la categoría de alarma universal. Silencios de responsables públicos, silencios de los sindicatos y hooligans de las redes sociales, silencios de algunos profesionales de la sanidad y, también y de algunos periodistas y medios de comunicación.
Si empezamos por los medios, diremos que hay alguno que llegó a anunciar la muerte de Teresa Romero y que “intrépidas reporteras” se vanagloriaron de aprovechar el descuido de un vigilante para introducirse (sin protección alguna se deduce) en la planta quinta del hospital en el que hay varias personas aisladas y recluidas en sus habitaciones y que son atendidas por personal que acude “provisto de traje de protección individual”. Cierto es también que hay ejemplos de magnífica y utilísima información, concreta y documentada. Como muestra la de diferencias y similitudes técnicas fundamentales entre los protocolos de la sanidad española y el de la OMS y otros organismos sanitarios que explican la decisión de nuestro ministerio de Sanidad de tener que realizar cambios. Y hay muchas otras informaciones de similar valor y en el mismo sentido que, desgraciadamente, casi nunca ocupan la portada.
Los sindicatos también han tenido sus meteduras de pata, haciendo públicos “partes médicos” alarmistas y mendaces, cuando la propia enferma había dicho a los facultativos que no se dieran. También a ellos les deberíamos de mandar callar.
Y otros autores de declaraciones públicas (consejeros y responsables políticos de sanidad), algunas de ellas motivo de destitución, con carácter retroactivo si fuera posible, y a científicos varios que a veces no aclaran nada, sino que aumentan la confusión cuando algunos dicen lo contrario que otros, también la recomendación del silencio.
Y el silencio y la quietud para quienes promueven campañas y llevan a cabo acciones de acoso e insultos con gritos de “asesinos” a funcionarios públicos que cumplen decisiones judiciales y administrativas de eliminar riesgos de propagación teniendo que hacer frente a la eliminación del cuerpo y los excrementos de un perro tocado por el irracional cariño de su dueño. Ya se sabe que el cariño puede tener a veces un alto componente de irracionalidad.
Más no es con el silencio y la ocultación como se impide o se minimiza la alarma social sino, todo lo contrario, con información suficiente y, sobre todo rigurosa y veraz, siempre mucho menos alarmista que el ruido, mucho ruido, demasiado ruido, del que habla Joaquín Sabina en su canción.
Y me aplico a mí mismo ahora medio verso del de Neruda, porque me gusto cuando callo y tal vez callado esté más guapo.
Por Ramón Almendros, Director de Estudio de Comunicación España.
@RamonAlmendros