#Comunicaciónnoverbal: con o sin corbata

La corbata o, mejor, su ausencia, vuelve a protagonizar la simbología de las preferencias sociales, políticas, ideológicas y económicas. Y digo vuelve, porque la situación no es nueva. Como podrá averiguar cualquiera que quiera echar un vistazo a su historia, desde distinción social hasta símbolo fálico, se atribuyeron en el pasado todo tipo de alegorías a esta singular prenda.

Cierto que es una prenda inútil, salvo que consideremos su cualidad de tapar la botonera de las camisas. Por eso se puede decir que es solo un puro elemento estético: rompe la “seriedad” de los sempiternos marino o marengo de los trajes, da verticalidad al conjunto, aporta cierto reflejo de personalidad en quien la lleva -según el nudo que se haga o la longitud de la parte ancha que se deje-, etcétera. Pero es esa inutilidad la que la devuelve la carga simbólica: un obrero de la construcción, un operario de unos altos hornos o un agricultor no necesitan corbata; es más: podría perjudicarles notablemente llevarla. Así que el trozo de tela en cuestión se queda para quienes trabajen en despachos, tengan visibilidad pública o necesiten mantener reuniones con otras personas. El tópico está servido: el proletariado por un parte y las “castas” por otra.

La siguiente cuestión tendría que ser si esa correlación oficios-simbología es hoy por hoy adecuada. Suponer que un trabajador de oficinas -un “con corbata”, vaya- tiene una consideración social diferente -léase “superior”- a la de un ingeniero agropecuario subido en su tractor en mitad de la madrugada heladora y cubierto hasta la nariz para sacar remolachas o patatas de sus confines terrenos, es pura ingenuidad. Otro tanto puede decirse de un tecnológico enriquecido por las oportunidades de internet, siempre muy casual él, y un autónomo que se pasa 14 horas diarias ofreciendo sus productos o servicios (con corbata, claro).

Por tanto, y si de lenguaje no verbal hablamos, apuntarse al look de los “descorbatados” puede ser para algunos señal de que quien así viste “es de los nuestros”; es lo que aparentemente se pretende. La pregunta es si es suficiente envolverse en banderas -“desenvolverse” de corbatas, en este caso- para comunicar que una opción política, social o económica es una solución aceptable para la mayoría (si no es para la mayoría, no es aceptable).

Antaño, opino, a la ciudadanía se la aglutinaba mejor en torno a símbolos: era un elemento de comunicación instantáneo e identificador. Hoy tenemos más posibilidades de analizar ideas, propuestas, planes; de escuchar discursos, de observar posturas: por eso son tan importantes las técnicas de Comunicación en nuestro tiempo. Hoy, en fin, tenemos la obligación de transmitir y de exigir transparencia. Y ya se sabe que la verdad está igual de hermosa con corbata o sin ella.

Por Jesús Ortiz, consultor sénior de Estudio de Comunicación. España.

@JesOrtizAl

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