La campaña electoral que está a punto de acabar en España probablemente será objeto de estudio en las facultades de periodismo y comunicación durante tiempo y lo será por motivos que van más allá de haber supuesto el fin del bipartidismo y la consolidación de las formaciones emergentes. La campaña que acaba hoy ha sido la puesta de largo de las Redes Sociales como herramienta de comunicación imprescindible a todos los efectos en el siglo XXI.
Es lícito poner en tela de juicio la anterior aseveración, pues la política ya está en las redes y medios sociales desde mucho antes de que esta campaña tuviera lugar. No obstante, lo que llama la atención es que nunca antes en nuestro país dichas redes se habían usado al más puro y fiel estilo “Obama”, de manera tan generalizada, coordinada y estratégica por todos y cada uno de los partidos, independientemente del acierto o el error y de que unos lo hagan más o mejor que otros.
En esta campaña partidos nativos digitales y políticos, que no son sospechosos de estar enganchados a Twitter, han sido capaces de ponerse de acuerdo al menos en una cosa: en la utilidad de las redes sociales como instrumento de comunicación para llegar a su electorado. Todos sin distinción se lo han tomado en serio y han echado el resto en la Red, pues se han dado cuenta de que la caravana electoral no sólo debía recorrer los pueblos de España, sino que la mejor forma de lograr la omnipresencia política, tan necesaria para mantener caliente el voto, era el uso de Internet.
Daría para varias tesis doctorales analizar una a una las estrategias en redes sociales que han seguido los principales partidos en esta contienda política, por lo que estas líneas sólo pretenden ser una reflexión sobre el uso de las mismas y el aprovechamiento que han hecho de su existencia los equipos de comunicación de los candidatos sin entrar en el contenido transmitido por cada partido.
Lo cierto es que a las plazas de toros llenas de jubilados con la banderita hemos añadido de manera generalizada los likes en el perfil del candidato, que permiten hacer además un ranking de popularidad, que aunque no tiene por qué ser sinónimo de efectividad siempre ayuda a ganar adeptos. La retransmisión en streaming de los mítines electorales también es un factor de gran ayuda pues no siempre los ciudadanos pueden desplazarse a escuchar las arengas de viva voz de los candidatos. Los videos virales sobre una u otra proclama, tanto los serios como los memes también están jugando un papel muy importante sobre todo a la hora de desmontar los mensajes del adversario. A los carteles electorales que comparten protagonismo con la decoración navideña en nuestras ciudades hay que añadir que los partidos se han dado cuenta de que la distribución de mensajes y consignas vía Twitter les permite llegar de una manera directa a la masa de posibles votantes y que son cruciales para convencer a los indecisos.
Yendo un paso más allá, todos los partidos han comprendido que las redes sociales no sólo les sirven para llegar de manera, rápida, directa y en tiempo real a su electorado, sino que la respuesta de ese electorado en forma de retuits, comparticiones en el muro de Facebook o envíos a los grupos de chats de Whatsapp vale tanto o más que estrechar manos del público a pie de calle. Este punto ha quedado constatado después de cada debate televisivo en la que las Redes Sociales y no los telespectadores han elegido al ganador del combate dialéctico.
Es cierto que la cibermilitancia todavía no está madura en nuestro país y aún tendremos que dejar pasar unas cuantas legislaturas hasta que el electorado esté compuesto mayoritariamente por nativos digitales, pero no me cabe la menor duda de que en el futuro el voto más allá de las urnas se decidirá en las redes sociales.
Por Ana Pereira, Consultora Sénior de Estudio de Comunicación, España.
@anabepereira
