Twitter y el diálogo político

Mientras las acciones de Twitter se desploman o languidecen en los mercados bursátiles, ante la falta de empuje de sus posibles pretendientes, los gorjeos (a veces graznidos) de la popular red de microblogging nunca han estado tan presentes como en la actualidad en la agenda política nacional y extranjera.

Desde Donald Trump, que ha convertido a Twitter en el canal ideal para aventar sus exabruptos, medias verdades y falacias completas, demostrando un dominio de verdadero nativo digital, hasta las recientes querellas internas en el seno de Podemos, con Pablo Iglesias e Iñigo Errejón, ejemplificando de forma tan visual -puño en alto o gesto de victoria- sus discrepancias estratégicas.

Twitter ha demostrado ser un campo fértil para la comunicación política. En sus apenas 10 años de existencia, los 140 caracteres de su mensaje han cambiado radicalmente el diálogo político. Los atributos de esta red se prestan como anillo al dedo para la transmisión de los mensajes en el siglo XXI: inmediatez, instantaneidad. Y, sobre todo, su enorme capacidad de influencia y acceso a una audiencia masiva como jamás en la historia ha tenido otro medio de comunicación: 313 millones de usuarios en todo el mundo, que amplifican la voz de forma estratosférica. La viralidad, en suma.

En su breve comprimido argumental, Twitter permite manifestar el apoyo, el rechazo, fomentar la adhesión, la disidencia, la crítica leve o estridente, la ironía, la alabanza y el insulto. Se puede al mismo tiempo lanzar la piedra y esconder la mano. O escurrir el bulto. Donde dije digo, digo Diego. Es el canal ideal para el rifirrafe político, la soflama, el adoctrinamiento, el debate primario.

Pero Twitter ha permitido además la democratización del discurso. Ha roto el flujo hasta entonces unidireccional, de arriba abajo, de este mismo discurso, haciendo trizas este concepto piramidal del mensaje, ampliando el círculo de los emisores y dando voz a grupos hasta entonces ausentes.   Ahora sería prácticamente imposible pensar una campaña electoral que no utilizara Twitter como herramienta privilegiada de comunicación política con los potenciales electores.

Los matices del discurso se quedan fuera de los límites del discurso, pero de eso se trata. Es el signo de los tiempos. The Times they are a-changin, como diría Bob Dylan, el flamante premio Nobel – otro signo de los tiempos-. ¿Qué habría hecho Cicerón con Twitter de haber dispuesto de esta herramienta de comunicación en vez de las tradicionales tablillas enceradas? Su “quo usque tandem patientia nostra abutere, Catilina”, posiblemente habría tenido otro recorrido.

Por Adolfo Lázaro, consultor sénior de Estudio de Comunicación. España

@alazaro_m

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