La credibilidad de la fuente, un valor en alza

En la víspera del Día de los Inocentes, una conocida cadena de comida rápida adelantó una broma “informando” a las agencias de noticias de que cambiaría su nombre de marca para adaptarla a la grafía española. Las agencias, como parte de su trabajo diario, hicieron llegar la “noticia” a los medios, que la publicaron en sus ediciones digitales. La compañía, que pretendía desmentir la información al día siguiente, tuvo que rectificar rápidamente ante la fuerza que cogía la inocentada en redes sociales y el malestar en las redacciones de aquellos periodistas que habían confiado en la fuente. La falta de cálculo en la comunicación de la broma, a destiempo y utilizando los canales equivocados, se volvió en contra de la compañía en un momento de particular sensibilidad hacia la facilidad con que se pueden extender noticias falsas; cuando “posverdad”, sin ser nada nuevo, se ha convertido en la palabra del año.

Con toda seguridad, la compañía no esperaba el resultado obtenido. Es posible que su objetivo fuera llegar a todos los públicos, de manera divertida (era una buena broma), mediante una combinación de estrategias: tener una amplia repercusión en redes sociales y medios digitales y aparecer al día siguiente, día D, en los diarios impresos. Y hacerlo antes que otras empresas que se han ceñido a los tiempos y los pactos no escritos (“solo mañana es el día para ‘colársela’ a los medios y lectores”). En este caso, sin embargo, convertirse en trending topic acarreaba un riesgo: perder el respeto profesional, al menos temporalmente, de los periodistas que confiaron en la información, en la marca y en la fuente.

Parece un tema menor, en primer lugar, por lo cercano que estaba del Día de los Inocentes. “Hay que saber encajar una broma”, he llegado a leer. Los códigos son importantes, el día elegido para la inocentada es importante para que los medios no se sientan engañados. Parece un tema menor porque, como decía ayer Quim Monzó en su columna de La Vanguardia, “la desaparición de las inocentadas en los medios ha dado un nuevo paso estos últimos tiempos en que, durante todos los días del año, encontramos noticias falsas que en otras épocas no habrían sido aceptadas ni el 28 de diciembre”. Parece un tema menor, además, porque subyace el debate de si los medios “deberían haber comprobado la información”. Es justo decir que algunos lo hicieron, desmintieron la noticia, pero siguiendo la fórmula de publicar primero y comprobar después. Pero también debemos recordar que la fuente tiene una responsabilidad en la gestión de la información. ¿Quién puede acusar a un periodista de publicar lo que le dice la fuente directa?

Tal vez gracias a la popularización del llamativo nombre “posverdad” y el debate sobre las noticias engañosas en prensa, somos más conscientes de que la información no esperará al Día de los Inocentes para ser cuestionada. Precisamente por ello, la reputación como fuente fiable  es un valor en alza que una compañía debe cuidar.

Un veterano periodista me dijo que, con las críticas como con los titulares, hay que saber diferenciar la gota que cae y se seca de la que cae y hace charco. La pérdida de credibilidad para una fuente, como para un periodista, es una gota que temer, aunque se espere que el charco, con el tiempo, también se acabe secando.

Por Aída Prados, consultora de Estudio de Comunicación España.

@aidaprados

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