La digitalización ha cambiado los modelos de consumo y las prácticas de comunicación, generando nuevos valores u oportunidades para la sociedad. Esto mismo debe ocurrir dentro de las empresas, en sus relaciones internas. El rol de la comunicación interna es ayudar a que esta transformación ocurra de la forma más rápida y eficaz, generando valor al negocio. Estamos en la era de la transparencia que aporta la multiconexión, la fluidez que da la digitalización y la conectividad que ofrece la movilidad. Estos cambios están ya instalados en la sociedad en la que conviven clientes y empleados estos últimos también forman parte del primer grupo y de las propias empresas en sectores de gran consumo, utilities…-.
No debería haber una empresa “hacia dentro” y otra “hacia fuera”. Sin embargo, los profesionales de muchas organizaciones perciben un desfase entre cómo son sus procesos de trabajo y sus relaciones de comunicación y colaboración -lentos, verticalizados, atomizados- y el relato que la organización hace al cliente sobre el servicio que le aporta -ágil, trasversal…-. Esta promesa de marca que hacemos a los clientes debería despejar hacia dentro comportamientos consistentes con ella. No se trata solo de que les
pidamos a los empleados que activen conductas distintas en su trabajo – mayor proactividad o agilidad, por ejemplo-; la organización también debe exigirse relaciones y comportamientos más integradores y sociales hacia los empleados y facilitarlos igualmente entre ellos.
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