Durante las últimas semanas no hemos parado de escuchar la importancia del cumplimiento de los objetivos de desarrollo sostenible. De cómo los estados tienen que comprometerse para cumplir la agenda 2030. Agenda que contiene 17 objetivos de aplicación universal que, desde el 1 de enero de 2016, rigen los esfuerzos de los países para lograr un mundo sostenible en el año 2030.
Desde un punto de vista puramente analítico, un ejercicio en el que no se dé entrada a las empresas, carecerá de su apoyo e impulso ya que son una parte importante tanto del problema como de la solución.
El voluntarismo de los estados choca frontalmente con sus propias acciones, materializadas, por ejemplo, en la compra de derechos de emisiones CO2 , y también con los intereses espurios de algunas empresas. Compañías que no muestran ningún pudor en “sacar pecho” de su cumplimiento de los 17 ODS, mientras que por ejemplo toman medidas sociales en sus organizaciones muy poco compatibles con los ODS.
En el ámbito empresarial, nuestra experiencia como consultores nos dice que ninguna compañía quiere aparecer en la banda baja de los que menos hacen por una causa, o en la banda alta de los que más contaminan o menos destinan a acción social. Algunas de ellas esperan que la comunicación cambie la percepción que socialmente se tiene de ellas. Afortunadamente para el planeta y para el futuro del ser humano, las medidas cosméticas son cortoplacistas y el tiempo acaba poniendo a cada cual en su lugar.
Una buena forma de empezar a implementar casi cualquier acción es mirar hacia dentro. En este caso a nuestras organizaciones. Analizar cómo es nuestro desempeño, nuestra capacidad de mejorar procesos y tras realizar los avances oportunos comunicarlos a todos nuestros públicos objetivos. Aquello que no se comunica no existe.
Juana Pulido, Directora en Estudio de Comunicación España.
@juanapulido