El día 3 de abril ocurrió en la Argentina algo que nadie hubiera querido que sucediera pero que, con el diario del día después, era previsible. Miles de jubilados de todo el país salieron a las entidades bancarias, rompiendo la cuarentena obligatoria, a realizar largas colas sin ningún tipo de distanciamiento social con el objetivo de cobrar sus haberes de manera personal, sin hacerlo a través de un cajero automático ni manejarse con transferencias para pagar sus servicios. Vale aclarar que el 96% de los jubilados está bancarizado, pero una proporción importante, aunque no precisada, no tiene tarjeta o no la usa porque elige cobrar en ventanilla.
Los sociólogos hablan de “tarjetafobia” y aseguran que, para los adultos mayores, ir al banco es una cuestión cultural, más que una necesidad. En Argentina, el 4% de los jubilados y pensionados no está bancarizado, es decir, un universo de 300 mil personas no tiene cuenta bancaria y por ende cobra sus haberes por la ventanilla de los bancos. Sin embargo, que el 96% se encuentre bancarizado no significa que tenga tarjeta de débito y pueda retirar sus haberes por cajeros automáticos.
El presidente de la Argentina, Alberto Fernández, admitió que hubo funcionarios de su Gobierno que cometieron errores a la hora de instrumentar el pago a jubilados. Además de fallas en la instrumentación, ¿no es, básicamente, un error de comunicación?
Según Fernández, el equipo de comunicación oficial apuntó a informar cómo iba a ser el pago a jubilados, pensionados y beneficiarios sin tener en cuenta a las radios ni los canales de TV ni internet y, por el contrario, se optó más por la gráfica. Fernández habló de la cuestión “generacional” que lleva a miles de jubilados y pensionados a ir a las sucursales a buscar el dinero en efectivo.
El caos fue tal que empujó tanto al Gobierno Nacional y los municipios, como a las entidades bancarias, a ajustar sus estrategias de comunicación y, en tiempo récord, reforzar los mensajes por todos los canales posibles. Los sindicatos bancarios también hicieron lo suyo, al igual que las entidades financieras, medios de pagos electrónicos y cajeros automáticos, ya que el lunes siguiente continuaría el cronograma de pago a los jubilados en los bancos, solo abiertos para los adultos mayores. Y los resultados se pudieron observar: se evitó el amontonamiento de jubilados en las calles, muchos de ellos con discapacidades motoras, en los frescos días de otoño.
La comunicación a los adultos mayores en la Argentina sigue siendo una cuenta pendiente, que se intenta saldar con el apuro de la urgencia, pero que muestra la oportunidad para planificar estrategias de comunicación que se anticipen a estas cuestiones. Gradualmente, y un poco a la fuerza, lo vamos logrando.
Por Julieta Ghigliani, consultora sénior en Estudio de Comunicación Argentina.