La Casa Blanca tiene desde el pasado enero una nueva inquilina: Jill Biden, profesora de inglés del Northern Virginia Community College y que, a tenor de sus apariciones públicas, ya ha marcado claras distancias con su antecesora Melania Trump.
En estos tiempos de pandemia y crisis económica, Jill Biden parece que ha apostado por una indumentaria más neutra que glamourosa, por un estilo más sencillo y más económico. Incluso se ha “atrevido” a dejarse grabar algo despeinada y con los sofocos clásicos del corredor, practicando su deporte favorito: el joging, algo que no ha pasado desapercibido para famosos comentaristas de la vida de los Biden. “Prefiere que sus looks pasen a un segundo plano…La mujer del presidente prefiere que la ropa no distraiga. No la veremos vestida con marcas de lujo como su antecesora… siempre mira el precio de los accesorios y prendas que elige.”
Sin entrar a valorar el outfit de Jill Biden ni de ninguna de sus antecesoras, pues para gustos se hicieron los colores, lo cierto es que la hoy primera dama estadounidense comunica también con su indumentaria. Corren tiempos difíciles y con su vestimenta impecable pero alejada del glamour de Melania refuerza el mensaje de lo prometido por su marido en Campaña y la sitúa más cerca de la realidad.
Vivimos en un mundo trepidante en el que no solo podemos tener acceso en tiempo real a las noticias de cualquier rincón del mundo, sino que éstas se superponen las unas a las otras como si fueran férreas capas tectónicas. Y lo hacen a la velocidad de la luz: lo que es noticia ahora se ve superada al segundo por otra información. Un mundo en el que economizar nuestro tiempo se hace cada vez más necesario. Hay menos espacio para la reflexión sobre los contenidos: una imagen queda en la memoria y, por ejemplo, un programa electoral, salvo mensajes básicos, no. Esa es nuestra realidad. Cantidades ingentes de información de toda índole proporcionalmente inversas al tiempo del que disponemos para profundizar en las mismas. De ahí que el dicho de una imagen vale más que mil palabras esté hoy más presente que nunca en las comunicaciones de muchas empresas, instituciones, personas y profesionales con proyección pública. Para todos, lo realmente importante es que haya coherencia entre los mensajes que trasladan y la imagen pública que dan con sus formas y actuaciones.
La “Dr. B” como a Jill Biden le gusta que la llamen, sabe que la imagen no es un tema frívolo como algunos pueden pensar. Lejos de ignorarlo, parece que es muy consciente de la importancia y de lo que transmite su imagen pública. Y lo sabe desde siempre, incluso antes de que empezara el roneo con el hoy presidente del país más poderoso del mundo, cuando ella hacía sus cameos en el mundo de la publicidad: «vio mi foto en algún lugar y dijo, este es el tipo de chica con el que saldría. Yo conocía a su hermano y él nos presentó».
Por Charo Gómez, socia en Estudio de Comunicación.
@CharoGmez1