Bulos y desinformación ¿Estamos en el peor de los tiempos?

Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos. Tomo prestado el comienzo de la obra de Charles Dickens, Historia de dos ciudades para plantear la cuestión de si vivimos el peor de los tiempos en cuanto a la difusión de bulos y desinformación.

Hace unos días se presentaba el estudio “Bulos y desinformación”, elaborado por Estudio de Comunicación y Servimedia. En él tratan de analizar la percepción del público en general y de los periodistas y comunicadores respecto a la difusión de falsedades en los medios de comunicación. Se trata de la continuación de un segundo estudio realizado en 2018 que, ahora, quería conocer si la opinión había variado después de pasar una pandemia como la vivida en los últimos años.

Algunas de las conclusiones de este estudio son interesantes. Un 66,7% del público en general y un 60,7% de los profesionales de la comunicación perciben un aumento del volumen de bulos y desinformación tras la pandemia.

Además, señalan que para un 57,6% de periodistas y comunicadores y para un 47,4% del resto de participantes en el estudio todos somos culpables de la difusión de bulos y desinformación.

Un último dato, pues no se trata de desgranar los resultados del estudio. Entre 2018 y 2022 ha carecido el número de personas que piensa que la desinformación y los bulos se generan para obtener un beneficio, personal o colectivo. Mientras, ha descendido, aunque muy poco, el número de los que opinan que la desinformación y los bulos se generan, mayoritariamente, para perjudicar la imagen y la reputación de las personas y organizaciones.

No cabe ninguna duda de que los bulos y la desinformación son un problema que nos afecta a todos pues supone una manipulación de nuestras creencias y opiniones y pueden determinar nuestras decisiones. Pero ¿vivimos una de las épocas más negras en lo que a la desinformación se refiere?

El periodista Tom Phillips, editor de Full Fact, una de las empresas de verificación de datos de Reino Unido, en su libro Verdad. Una breve historia de la charlatanería” (Paidós, 2022), viene a demostrar que cualquier tiempo pasado no fue mejor. Si bien reconoce que en estos tiempos corren “disparates a mansalva. Todos contribuimos a ello en alguna medida, ya sea grande o pequeña; todos hemos transmitido algún rumor infundado y todos hemos hecho clic en el botón de compartir o retuitear sin verificar los aspectos básicos, porque lo que quiera que fuese apeló a nuestros juicios personales. Pero, pese a lo que puedan haberte contado, llevamos así una eternidad”.

A lo largo de su libro, Phillips hace un repaso a las diferentes formas que el hombre, a lo largo de la historia, ha tenido para evitar la verdad. Ni siquiera “la industria de las noticias” ha estado exento de ello. Quizá, hoy, somos más conscientes de todo este problema porque vivimos en un mar de información. Internet y las redes sociales facilitan el acceso a numerosas fuentes. Resulta, sin embargo, paradójico que sigamos participando de la transmisión de bulos y desinformación. Quizá tenemos más fácil conocer la verdad, si así lo queremos, pero preferimos seguir creyendo en aquello que refuerza nuestras opiniones o que nos ayuda a ver el mundo como nos gustaría que fuera.

Por Gerardo Miguel, director en Estudio de Comunicación

@GerardoMiguelb

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