El periodismo sin fuentes no es periodismo

El debate sobre la calidad informativa del periodismo en España no cesa. Más allá del sesgo ideológico de los medios, que naturalmente engrandece o disminuye la trascendencia de los hechos cubiertos, se critica mucho la base real de las noticias. Su credibilidad viene determinada por las fuentes que se manejan. Algunas cuentan la verdad, otras difunden ruido intencionadamente. Y en ocasiones, ni se citan.

Yendo al fondo de la cuestión, se me viene a la mente aquel cuadro de Rembrandt del siglo XVII titulado La lección de anatomía del Dr. Nicolaes Tulp, en el que un grupo de cirujanos liderados por el susodicho doctor observan la musculatura y los tendones del brazo diseccionado del cadáver de un criminal ahorcado ese mismo día por robo a mano armada.

La degradación del periodismo, al que se le ha estigmatizado en nuestra sociedad casi como al delincuente de ese lienzo por su falta de independencia -su verdadero talón de Aquiles desde hace tiempo-, tiene muchas causas exógenas a la profesión. No descubro América si digo que hay presiones de diferente índole que alteran la narrativa de los hechos sobre los que se informa y que eso no va a cambiar. “El hombre es un lobo para el hombre», argumentaba el filósofo inglés Thomas Hobbes en su obra El Leviatán, también del siglo XVII, para explicar que la propia naturaleza humana nos aboca a una continua lucha con nuestros semejantes. El periodismo, lamentablemente, no escapa a esa contienda.

El objetivo primordial de este oficio debe ser contar lo que sucede de la mejor forma posible y la honestidad es el pilar más sólido que sustenta la credibilidad. Un periodista vive de sus fuentes informativas y, aunque no siempre pueda aparecer en la noticia su identidad -no por capricho, sino para protegerlas-, es preciso que al menos quede claro que lo que se dice procede de un trabajo de búsqueda de la verdad. Esa es la razón de ser del periodismo.

Por ello, es imperativo la atribución de las informaciones, ya sea a “fuentes cercanas a la situación” si la noticia es resultado de una conversación off-the-record, o a la propia persona que habla del asunto en cuestión con nombre y apellido. Saltarse esta regla básica es faltarle al respeto a los lectores.

Otro tema diferente es la selección de esas fuentes. Ahí entra en juego la pericia del periodista para distinguir quién le aporta contenidos fiables y quién se dedica a extender rumores sin fundamento. En esa tesitura, no queda otra que seguir el patrón ensayo/error, pero, como en todas las profesiones, se acaba aprendiendo.

El mundo no es perfecto y la prensa probablemente seguirá cojeando por su particular tendinitis aquílea crónica, pero en la mano de los periodistas está contrastar sus fuentes recurriendo a varias -aunque alguna de ellas le arruine un buen titular- para centrar el tiro, aunque sea al menos un poco más. Si no, el dibujo de la anatomía de la realidad que nos presenten solo será un garabato de trazo grueso.

Carlos López, consultor sénior en Estudio de Comunicación

@clopezperea

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