El conocimiento, un antídoto fiable contra la desinformación

La mentira es consustancial al ser humano. Desde el nacimiento de las primeras civilizaciones, el hombre ha medrado justificando sus decisiones políticas y económicas con información falsa cuando ha sido preciso. Desde el Egipto de los faraones, que basaban su autoridad en su poder de ultratumba, a los templarios, que defendieron a sangre y fuego su fe frente a los infieles, unas sociedades se han impuesto a otras esgrimiendo realidades, en el mejor de los casos, cuestionables, que les sirvieron, en ocasiones, como pretexto para cometer crímenes abominables para alcanzar su fin último.

Con mucho tino, Nietzsche afirmaba que todas las cosas están sujetas a interpretación y la que prevalezca en un momento dado es una función del poder y no de la verdad. No es nuevo, por tanto, el fenómeno de la desinformación, lo que sucede es que se ha convertido en un proceso más complejo porque existen muchas herramientas para manipular mensajes, con las redes sociales como principal altavoz para conformar la opinión pública. Y es tal la magnitud de las fake news, que los medios están desbordados y, a veces, hasta los más reputados terminan publicando bulos y datos falsos.

La estrategia más eficaz para contrarrestar su pernicioso efecto es elevar el conocimiento de las personas. Eso generará confianza y disipará cualquier tipo de conmoción social. Si el ruido de la campaña de desinformación afecta a una empresa en concreto, la solución es la misma: ser transparentes para que el público sepa más de la compañía y discrimine los rumores.

Para atajar esta situación, en primer lugar, es fundamental analizar qué es lo que la gente percibe de esa entidad y la preocupación que genera. El siguiente paso sería elaborar un plan ad hoc, teniendo en cuenta el segmento de la población a quien nos vamos a dirigir y los medios que nos van a permitir alcanzar nuestro objetivo con mayor facilidad.

La comunicación debe ser proactiva si se pretende contrarrestar la información falsa, estableciendo una contranarrativa. Esta debe ser especialmente cuidadosa con el lenguaje para que se adapte a la audiencia a la que queremos llegar, así como con los contenidos y los canales.

Sin embargo, en un ambiente tan maleable y dinámico como el que se vive en Twitter, TikTok o Instagram, el planteamiento requiere acciones continuas de seguimiento y valoración para saber si la estrategia es acertada o si, por el contrario, es necesario reconducirla. Incluso es clave anticiparse a las propias campañas de desinformación difundiendo información veraz a ese público, de manera que cuando esté expuesto a una corriente de manipulación, ya tenga en sus manos datos fiables que le hagan descartar esa información nueva.

Carlos López, consultor sénior

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