¿Qué nos pasa con la Inteligencia Artificial?

La Inteligencia Artificial se ha convertido en una obsesión en las reuniones editoriales de numerosos medios de comunicación. Es, sin duda, uno de los temas que más atención atrae entre los lectores, casi al nivel de la guerra de Ucrania. Cualquier tecnología disruptiva suele siempre generar gran interés por sus inimaginables aplicaciones y los efectos que tendrá sobre nuestra sociedad. De repente, nos entra la fiebre, como ya sucedió hace no mucho con el metaverso, y nos quedamos patidifusos como si hubiéramos visto un OVNI. Todo lo que leemos sobre ello viene teñido de un barniz futurista e inabarcable que nos deslumbra, y surgen diferentes teorías sobre si sus fines serán mejorar el desarrollo del ser humano, que sigue soñando con encontrar el Santo Grial, o si nos aboca a la autodestrucción, más o menos como en Terminator.

Pero más allá de que estamos en los albores de una nueva etapa de la humanidad, puesto que, según dicen, este nuevo saber científico cambiará el mundo como lo hizo la conquista del fuego, el descubrimiento del hierro o la invención de la máquina de vapor, también observamos cierto tufillo a moda que se confunde con la propia innovación. Vamos, que si ahora una gran empresa no tiene un proyecto relacionado con la IA, no está a la vanguardia y no sale bien en la foto, así que esta tecnología aparece como las setas en los informes integrados de muchas de ellas.

Se espera que para 2026 el mercado global de IA se expanda un 19% anual, mientras que el mercado de productos de IA generativa -la última fase de esta tecnología y en la que se engloban a empresas como ChatGPT- tiene el potencial de crecer más del 40% al año y alcanzar los 1,3 billones de dólares en la próxima década, de acuerdo con un estudio de la firma BI Mandeep Singh.

Se trata de un negocio lucrativo en el que nadie se quiere quedar rezagado, de ahí que aquellas compañías que en sus resultados mencionan a la IA estén viendo cómo sus acciones suben, lo cual es una razón que convence a las demás para apuntarse a esa moda. Nvidia, la primera gran multinacional de IA, ya tiene una capitalización bursátil de más de un billón de dólares, uniéndose así al selecto club de Amazon, Microsoft, Google o Apple. En el mundo financiero esto ya lo identifican como un síntoma de una burbuja, como ocurrió con las puntocom.

Probablemente, la euforia que se ha generado en el mercado también responde a que no se sabe realmente dónde están los límites a los que puede llegar este nuevo invento, una dinámica típica en cualquier movimiento especulativo. Estamos aún maravillados con el hecho de que la IA pueda crear textos o artículos de prensa, robotizar la vida cotidiana programando la temperatura o el encendido de luces de las casas o detectar si estamos cansados al volante de nuestro vehículo. Sin embargo, todo este fenómeno tiene algo de infantil, de carta a los Reyes Magos. Por soñar que no quede, pero ¿realmente, la IA es infalible y puede conseguir cualquier cosa? ¿Incluso quitarnos el mal humor cuando suene el despertador el lunes?

 

Por Carlos López, consultor sénior en Estudio de Comunicación

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