Y tú, ¿qué opinas?

La agotadora tarea de tener de opinar sobre todo. En la sociedad actual, nos enfrentamos a una creciente tendencia a contar con una opinión firme y consolidada sobre, prácticamente, todos y cada uno de los temas que se nos puedan ocurrir. Existe, especialmente, una omnipresente presión social que empuja a cualquiera de nosotros a tomar una posición o un bando diferenciado sobre asuntos controvertidos, ya sean de índole política, económica, social o moral. Es importante tener en cuenta que, participar de manera activa y constante en una contraproducente lucha de bandos, narrativas y afirmaciones rotundas; y alejada de cualquier tipo de diálogo, puede repercutir de manera negativa en cualquier persona, pero, sobre todo, en aquellas dedicadas a la vida pública, como puedan ser periodistas, comunicadores, políticos y demás.

Ante este escenario, es igual de importante valorar la opción más humana: abrazar una suerte de agnosticismo que permita reconocer la complejidad inherente que rodea a la vida misma. Reconocer que, en algunas ocasiones, no podemos decantarnos por una realidad u otra. A veces, optar por la vía ecléctica o conciliadora es el camino correcto a la hora de elaborar una opinión que invite a enriquecer cualquier debate en lugar de enfangarlo. Decantarse por respetar y valorar las múltiples perspectivas con las que se puede abordar cualquier asunto, abrirse la posibilidad a que se puede cambiar libremente de opinión en diferentes etapas de la vida e ignorar la presión de ser tildados de indiferentes por no adoptar una postura firme, definitiva e imposible de retocar en el futuro.

Esto, si ya pudiera parecer complicado, en la era de hiperactividad digital en la que vivimos aún, lo es más. La información fluye en cantidades y volúmenes abrumadores y cualquier opinión, mejor o peor informada, con mayor o menor argumentación racional; están al alcance de un clic. Esta cultura, alimentada por las plataformas de redes sociales y la demanda constante de interacción, perpetúa la creencia de que expresar una opinión no sólo es importante, sino que también es obligatorio.

Cualquier asunto controvertido, como la política o cuestiones sociales y morales de gran envergadura, son de gran complejidad y el debate está influido por una multitud de factores. En ocasiones, resulta difícil adoptar una postura clara debido a la abrumadora cantidad de información (y bulos) disponible, las diversas perspectivas subjetivas, las experiencias personales y el conocimiento empírico que configuran nuestra comprensión del mundo. Esto no implica dejarse llevar por la indiferencia, sino inclinarse por un agnosticismo activo en favor de un diálogo social constructivo.

Reconocer nuestras limitaciones de conocimiento o nuestra incertidumbre respecto a un tema en particular, constituye un enfoque válido y significativo. Nos permite explorar distintos puntos de vista, entablar un diálogo abierto y tomar decisiones fundamentadas sin sentirnos obligados a alinearnos con ideologías predominantes. Se debe promover la humildad intelectual e impulsar la búsqueda de un conocimiento que reconozca que, algunas cuestiones, pueden requerir de una mayor comprensión o un crecimiento personal previo a la formación de una opinión definitiva.

En una sociedad diversa como la nuestra, es crucial respetar y empatizar con aquellos que mantienen perspectivas distintas a las nuestras. Reconocer que no todos tienen acceso a las mismas experiencias, información u oportunidades nos permite apreciar la complejidad de la condición humana. Estar abiertos a acoger nuevas ideas puede conducir a un crecimiento personal, ampliando nuestras perspectivas y fomentando una sociedad más inclusiva que valore la diversidad de opiniones que conforma el mundo.

Con todo, en una sociedad que cada vez exige posturas inquebrantables en todos los ámbitos, resulta esencial reconocer el valor del agnosticismo y la complejidad inherente a los temas controvertidos. Debemos respetar y fomentar el derecho a mantenernos en la moderación y adoptar posturas intermedias. Promover la humildad intelectual, la empatía y la apertura mental puede impulsar una sociedad que abrace la diversidad y permita la exploración y comprensión de temas complejos sin caer en prejuicios.

Algunos asuntos requieren un análisis más profundo, una investigación exhaustiva o una mayor reflexión antes de poder emitir juicios definitivos. Pretender tener respuestas absolutas en todos los temas sólo contribuye a la polarización y a la falta de comprensión mutua.

Esta idea nos permite reconocer nuestras limitaciones como seres humanos y aceptar que hay preguntas para las cuales todavía no tenemos respuestas definitivas. Al abrazar esta postura, nos abrimos a la posibilidad de aprender, crecer y evolucionar en nuestra comprensión del mundo y de los demás.

Iñigo Palacio, consultor en Estudio de Comunicación.

@inigoplc

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