Existen casos de marcas que recurren deliberadamente a la mala ortografía o a errores gramaticales en sus campañas de publicidad para posicionarse en la mente de los consumidores y, por supuesto, llamar su atención. Es difícil conseguir que alguien observe tu creatividad y los publicitarios recurren a esta técnica que permite que la marca sea recordada o se distinga fácilmente de la competencia.
Algunas de estas campañas llevan detrás un desarrollo de línea conceptual que explica o justifica el porqué del error; pero desgraciadamente ese error, la mayoría de las veces expuesto en grandes formatos visuales por donde transita mucha gente, se ve demasiado y generalmente por públicos a los que quizá no les debería llegar ese mensaje. Por tanto, este tipo de acciones ¿son lícitas?
La publicidad vende imagen, credibilidad y reputación y los defectos de forma suelen ser más visibles que los de contenido. El sector, en determinados momentos, se permite la transgresión para conseguir el impacto, pero, no se debería olvidar que la publicidad llega a demasiada gente.
Los publicitarios, al igual que los periodistas o cualquier otro sector cuyos mensajes se difunden mucho y rápidamente, deberían tener una responsabilidad ante el público final; cualquier mensaje que lleve una falta de ortografía o gramatical debería ser considerado, desde mi punto de vista, una mala comunicación.
He visto hoy un lanzamiento de una campaña que cambia de forma errónea y premeditada una v por una b en la palabra principal de su titular para ser instalada en una gran lona; llevo tiempo renegando del nombre de una empresa que suelo ver rotulada en camiones que utiliza un masculino en lugar de femenino, y muy famosa fue aquella compañía de café que afirmaba poner mal los nombres de sus clientes en los vasos simplemente para que estos fueran compartidos en la red.
Podríamos encontrar muchos ejemplos de marcas que utilizan esta técnica y no niego que algunas pueden ser muy ingeniosas, pero al mismo tiempo pienso en el gran número de jóvenes que se exponen a estos erróneos mensajes sin tener edad para comprender ese mal uso.
Las redes sociales y los textos acortados de la mensajería instantánea ya se encargan de producirlos, aceptarlos y difundirlos de forma rápida. No se necesitan en el mundo profesionales de la escritura que promuevan ahora algo tan negativo como hacer un mal uso de nuestro extraordinario lenguaje.
Por Eva Fresnillo, directora de Estudio en Comunicación