La reputación está vinculada a la percepción subjetiva de la identidad de una empresa, la cual se asocia, tanto de manera consciente como inconsciente, con determinadas prácticas y valores. Por tanto, la reputación corporativa es uno de los activos más valiosos para cualquier compañía. Construir una reputación sólida desde cero requiere un enfoque estratégico y un compromiso constante con la calidad, la ética y la comunicación transparente. Según un estudio de Reputation Institute, más del 60% de los consumidores basan sus decisiones de compra en la percepción que tienen de una empresa.
El primer paso para construir una reputación sólida es definir claramente la misión, visión y valores de la empresa. Estos elementos deben ser veraces y estar alineados con el negocio de la organización. Pero, no se trata solo de lo que una empresa dice, sino de lo que realmente hace y cómo lo hace además de tener mecanismos internos de control, como comités especializados, que lo verifiquen.
Además, es crucial establecer una cultura organizacional fuerte que refleje estos valores amparados en unos códigos o políticas que guíen a todos los empleados. Los empleados son embajadores de la marca y su comportamiento impacta directamente en la percepción pública de la empresa. Por tanto, además de un código ético que sirva de hoja de ruta, invertir en el bienestar y desarrollo de los empleados también fortalece la reputación externa.
Un proceso que requiere tiempo
La comunicación es otro pilar fundamental. Una compañía transparente genera confianza en todos sus grupos de interés. Esta confianza, a su vez, resulta indispensable para triunfar en un mercado donde la comunicación es cada vez más fluida. Además, una estrategia comunicativa centrada en generar la sensación de transparencia revierte a su vez en una reputación corporativa consistente y positiva. En este sentido, la compañía puede hacer una excelente labor en materia de ESG, negocio y resultados, pero de nada servirá si todo lo que hace no se conoce. Mantener una comunicación abierta y proactiva con todos los stakeholders, desde los empleados hasta los clientes y la sociedad en general, demuestra transparencia y responsabilidad.
Una reputación sólida no se construye de la noche a la mañana; requiere una estrategia bien definida, con mensajes y acciones planificadas y coherentes a lo largo del tiempo. La responsabilidad social corporativa y la ética empresarial también son factores clave que influyen en cómo se percibe una organización. Al enfocarse en estos pilares, las empresas pueden construir una reputación corporativa sólida y duradera que les permita sobresalir en un entorno tan competitivo como el actual.
Por Inés Amil, consultora sénior en Estudio de Comunicación